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Liderazgo trascendente

Preferible es observar lo que sucederá cuando el líder no esté, cuando su tiempo haya pasado. Solo entonces, conoceremos el verdadero impacto de su servicio.

  • ARGENIS ALEXANDER ANGULO

10/05/2019 05:00 am

Liderar en estos tiempos exige tanta agilidad, tanta atención a las circunstancias diarias, tanta velocidad en las respuestas y decisiones, que con mucha facilidad perdemos la visión de la real temporalidad de su ejercicio. 

Por un lado, los líderes agobiados por las demandas de sus equipos, se transforman en agentes de cambio cuya efectividad es medida, por ellos mismos, con la vara de la inmediatez. El más rápido, el primero en llegar, el que se adelanta suele ser, por mucho, el mejor. O en el peor de los casos gozará del privilegio, también rápido y a veces fugaz, de la popularidad.

Por otro lado, los liderados, sedientos de respuestas y soluciones regularmente insaciables también son presionados para presentar, tan pronto como sea posible, sus tareas, sus labores y sus logros, pues los mercados avanzan a un ritmo que, de no seguirse, se le va de las manos a cualquiera. 

Y es así como, entre avances rápidos y extraordinarios de todo tipo, perdemos, no la noción del tiempo, sino, mucho más allá, la noción de la trascendencia. Es decir, perdemos la perspectiva de los efectos futuros que en el mediano y largo plazo generan nuestras acciones de hoy. Y en consecuencia, con alarmante facilidad, desconocemos las decisiones y medidas del pasado que facilitaron los efectos y los resultados del presente.

Entonces vienen nuevas generaciones con claridad para cambiar y transformar, pero no para evaluar, ni mucho menos para reconocer y honrar. Y llegan líderes a los que nos les interesa cuidar la historia; perdiendo de vista que también un día lo serán. 

No es un conflicto menor. Organizaciones, comunidades y países enteros desgastan sus energías y sus recursos en demostrar que “ahora sí”, que “’llegó la hora”, que todo lo anterior estuvo mal, y que por fin llegó el momento del bienhacer. Y entonces se condenan. El futuro llegará, otros actores serán sus pasajeros, y lo que fue un acierto, pronto será un error, o mínimo, ni aparecerá en el panorama. 

Visto así, el liderazgo real no debe medirse con la vara inmediatista de nuestros tiempos. Preferible es observar lo que sucederá cuando el líder no esté, cuando su tiempo haya pasado. Solo entonces, conoceremos el verdadero impacto de su servicio. 

 argenisangulo@gmail.com 

@argenisangulo
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