Cinismo y nihilismo
Quizás este sea un tiempo de paradojas, el tiempo de un hombre sin trascendencia, pero sobre el cual se guarda una última ilusión, la de su retorno. El lenguaje está evolucionando hacia la nada...
No se podría hablar en el siglo XXI de un rebrote del cinismo tal como nació en Grecia en los siglos IV y III a.C. ni como se desarrolló en Roma, Alejandría y Constantinopla desde el siglo I hasta el V. El hombre del siglo XXI no anda tomando como modelo a la naturaleza ni a los animales ni se arrastra como Diógenes mordiendo a quienes le molestan. Tampoco pretende sembrarse en una rigurosidad física y mental como desafío frente a una sociedad alienada. No obstante, cuando uno mira al mundo de hoy las palabras cinismo y cínico acuden de inmediato. Ambas palabras tampoco responden a acepciones insertas en los diccionarios actuales. Las usamos como algo parecido a desprecio o a cansancio, a obstinación de un mundo donde se han agotado las cosas por averiguar y donde el acontecer se ha hecho repetición y rutina.
Si nihilismo es negación de la realidad sustancial (nihil: nada), si la vida humana no tiene significado o valor superior conforme a la concepción de registro, el hombre contemporáneo está en otra parte, en una de entrega a valores que no tienen trascendencia ni esencia, en una aceptación de un territorio donde la palabra “libertad” ha perdido sentido. En el campo filosófico Heidegger nos había dicho que nihilismo era el estado en que no quedaba nada del Ser en sí y que el Ser pasaba a convertirse en un mero valor. «Huésped inquietante» llamó Nietzsche al nihilismo, uno que surgió de la razón y de la técnica, sólo que ambas no nos regalaron el mundo perfecto que se anunciaba.
Para Nietzche, el nihilismo supone la pérdida de todos los valores y esa, sin duda, es una buena definición de la sociedad actual. ¿Hemos sido capaces de organizar una sociedad nihilista cuyos valores hemos asumido como superiores cuando no lo son? ¿Es este un hombre a la deriva que ha abandonado el pensamiento, al mismo tiempo que se ha sumado el esquema de la resignación dejando de lado todo pensamiento sobre sí mismo? En crisis es menester interrogarse.
Quizás este sea un tiempo de paradojas, el tiempo de un hombre sin trascendencia, pero sobre el cual se guarda una última ilusión, la de su retorno. El lenguaje está evolucionando hacia la nada, en sentido heideggeriano, pero aún los oficiantes estamos buscando la acepción.
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