¿Se controlará la inflación?
El reto real es liberar el cambio de verdad, ajustar la gasolina (sin intentar colocar lectores ópticos en Parapara de Ortiz), reducir el déficit fiscal y buscar ayuda financiera multilateral
La inflación no está explicada por la devaluación, como parecen sugerir quienes preguntan por qué los precios suben a pesar del desfase entre devaluación (moderada) y precios internos (desatados). No es una función de la devaluación sino de la generación artificial de dinero, que el gobierno realiza para cubrir el déficit fiscal. Producir dinero, real o virtual, sin respaldo en la producción de bienes y servicios del país, ni confianza en las instituciones monetarias que la emiten, ni en la política económica del gobierno que la respalda, genera una presión inflacionaria.
Por supuesto que cuando la moneda se devalúa impacta los precios, lo cual también es cierto con los aumentos salariales compulsivos, independientemente de que sean necesarios, justos y desfasados, pero la inflación es fundamentalmente un fenómeno monetario que nada tiene que ver con la devaluación, ni los costos laborales, ni la especulación, ni guerra económica alguna. Está explicada por una política económica, monetaria y fiscal, mala e inadecuada y una incapacidad, casi pasmosa, de reaccionar frente ella.
No hay forma de parar la hiperinflación tratando de estabilizar el dólar por vía punitiva, ni prohibiendo las transferencias de venezolanos desde el exterior, ni suspendiendo páginas web, ni apresando operadores cambiarios. Todas estas son consecuencias y no causas del problema. Por su parte, el tipo de cambio no es más que otro precio, en este caso del dólar. Si ese precio se rezaga con respecto al resto de los bienes, como ha ocurrido este año, el resultado es previsible. El dólar se vuelve el bien más barato de la economía y entonces aumenta su demanda y se dispara su precio: es decir, que en estas circunstancias la devaluación explosiva a futuro está cantada y eso no está tampoco determinado por el incremento salarial. Pese a que la devaluación del dólar aún no cubre la brecha contra la inflación acumulada (que es evidentemente mayor), los precios internos siguen creciendo dramáticamente en bolívares y cada vez se requieren más dólares para obtener los mismos productos, pulverizando aún más la capacidad de compra de la población, antes que se produzca la explosión devaluacionista esperada.
Con la demanda interna pulverizada, sin estímulos de inversión, precios controlados y el mercado negro dominando la escena económica, no hay forma de evitar que la subsistencia de los productores y oferentes de bienes en Venezuela esté basada más en precios que en el volumen de producción y ventas y esto refuerza la hiperinflación exponencialmente. El incremento salarial, en medio de este fenómeno, es como poner una curita en una herida de motosierra.
Corregir la propuesta de ajuste económico del gobierno no significa concentrarse en aumentar de nuevo los sueldos, que por cierto, la mayoría de los empleadores habrá tenido que ajustar en los meses previos, pues con niveles de inflación de esta magnitud, era imposible retener trabajadores sin ajustes voluntarios. Eso es más de lo mismo, con el mismo resultado esperado. Por supuesto que los trabajadores necesitan más salarios para vivir en un país de precios desatados, pero ese desate no se para con el incremento aislado de sueldos y se convierte en un elemento recurrente que llevará al gobierno a aumentarlos con cada vez mas frecuencia, toda vez que su valor se perderá cada vez más rápido.
El reto real es liberar el cambio de verdad, ajustar la gasolina (sin intentar colocar lectores ópticos en Parapara de Ortiz), reducir el déficit fiscal y buscar ayuda financiera multilateral. Es muy simple el dilema: o producen los cambios reales o echarán este mismo cuento en un ratico, sólo que en peores circunstancias.
luisvleon@gmail.com
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