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El americano feo

Él y sus chicos -están entre lo mejor y peor de cada casa- reclaman patente de corso, un brazo libre del cabestrillo rector de la institucionalidad democrática

  • JEAN MANINAT

25/04/2025 05:04 am

El americano feo nos levanta todos los días con el Jesús en los labios, abrimos los ojos mañaneros buscando el estropicio causado por unas declaraciones al paso, que contradicen las que anteayer también se dieron al paso, y que luego serán alteradas por otras también dadas al paso. Un paso adelante, dos pasos atrás, como recomendaba Lenin. Las casas de apuesta londinenses enloquecen y los apostadores no saben dónde situar sus apuestas. ¿Dónde está el arancel, dónde está el arancel? anuncia el prestidigitador de manos veloces, y nadie acierta, porque la bolita reposa redonda en el bolsillo profundo de su saco. Donde dije tower digo flower.

Al americano feo le importa un bledo las formas, las maneras, los modos, solo lo guía la desmesura de su Yo, como un niño grande y abusador quiere jugar con todas las canicas, metras, bolondronas, garbinches, chibolas, mables, cristalas, que animan los recreos de su patio trasero.

Él y sus chicos -están entre lo mejor y peor de cada casa- reclaman patente de corso, un brazo libre del cabestrillo rector de la institucionalidad democrática. Nadie está a salvo de sentir el peso de su ambición desmedida por concretar su Magamantra, especialmente vulnerables los amigos de ayer, los socios preferenciales de un dibujo democrático planetario asentado en el comercio global, en los Free Trade Agreement (FTA) que disolverían voluntaria y paulatinamente las barreras al libre intercambio: las tarifas, las cuotas, las subvenciones desmedidas para sostener ventajas artificiales, la superchería y el provincianismo del pensamiento proteccionista de izquierda y derecha. Los policías acostados de la antiglobalización agreste y cerrada, los mismos jinetes que hoy cabalgan a su vera.

(Spoiler: The Ugly American (1958) es una novela política escrita por William J. Lederer y Eugene Burdick que retrata la labor y costumbres de diplomáticos gringos de servicio en un país ficticio del sudeste asiático. Los personajes -inspirados en la vida real- transitan altivos por la vida diplomática, sin conexión alguna con los sentimientos y aspiraciones de los “locales”, sin siquiera manejar los buenos días y las buenas noches en el idioma vernáculo, arrogantes y prejuiciados, convencidos de que cumplen una misión moral superior. Luego, en 1963, se estrenó una película homónima, The Ugly American, basada en el libro, con Marlon Brando como protagonista. Dice la leyenda que el presidente John F. Kennedy habría creado el Peace Corps impactado por el relato del libro y para hacerle un lifting a la diplomacia norteamericana. Ni el libro ni el Cuerpo de Paz impedirían el tonto y costoso error de iniciar la guerra de Vietnam y terminarla con una foto del último helicóptero de evacuación despegando a la carrera del techo de la embajada americana en Saigón).

Costó decenios cambiar la imagen vulgar y aprovechada del norteamericano medio en su “casita con jardín y piscina”, cuando no el rostro sombrío de sus operadores internacionales, especialistas en desestabilizar gobiernos dirigidos por hombres de buen corazón electos democráticamente. La constancia de sus luchas por la igualdad racial y los derechos de la mujer, el acceso de millones de inmigrantes al sueño americano, la invasión de la industria cultural norteamericana con sus millones de jeans desteñidos como avanzada, la música triste del blues sureño y la desfachatada del rock urbano intoxicado y peleón, las maravillas multicolores de su explosión tecnológica, la fábrica de sueños hollywoodense, el surtidor doméstico de ensueños que son las pantallas inteligentes que cuelgan en las paredes desclasadas del planeta y tantos otros prodigios de patente gringa que nos han hecho la vida más placentera, reconciliaron a los más irredentos antinorteamericanos occidentales (¿serán los europeos?) con la patria de Walt Whitman y el iPhone.

Pero el americano feo está de regreso…

@jeanmaninat
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