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El eterno "sí, pero..." venezolano

Este fenómeno no es casual. En una nación donde las palabras tienen peso, donde cada comentario puede ser interpretado como un acto de resistencia o de complicidad, el "sí, pero..." se convierte en una estrategia de supervivencia

  • SOLEDAD MORILLO BELLOSO

22/04/2025 05:02 am

En Venezuela, el debate político ha adquirido una peculiaridad que lo distingue: la omnipresencia del "sí, pero...". Esta frase, aparentemente inocua, se ha convertido en el reflejo de una sociedad atrapada en la ambigüedad, en la contradicción, en la incapacidad de abrazar una verdad sin matices. Es el escudo que protege al interlocutor de comprometerse plenamente con una idea, el refugio de quienes temen las consecuencias de un posicionamiento claro.
 
El "sí, pero..." es más que una frase; es un síntoma. Es la evidencia de un país donde las certezas se han desmoronado, donde la polarización ha fragmentado la realidad en mil pedazos, y donde cada opinión parece necesitar un contrapeso para no caer en el abismo de la confrontación. Es el eco de una sociedad que ha aprendido a caminar sobre la cuerda floja, buscando equilibrio en medio del caos.

Este fenómeno no es casual. En una nación donde las palabras tienen peso, donde cada comentario puede ser interpretado como un acto de resistencia o de complicidad, el "sí, pero..." se convierte en una estrategia de supervivencia. Es la manera de decir algo sin decirlo del todo, de expresar una idea sin asumirla completamente, de participar en el diálogo sin exponerse al juicio de los demás.

Pero, ¿qué implica esta constante necesidad de matizar? ¿Qué dice sobre nosotros como sociedad? El "sí, pero..." revela una profunda desconfianza, una falta de fe en la posibilidad de un consenso genuino. Es el reflejo de una nación que ha sido testigo de tantas promesas incumplidas, de tantas verdades manipuladas, que ha aprendido a cuestionar todo, incluso sus propias convicciones.

En este contexto, el "sí, pero..." también puede ser visto como una forma de resistencia. Es la manera de mantener viva la conversación, de evitar que el diálogo se cierre en un monólogo autoritario. Es el intento de encontrar un espacio común en medio de la discordia, de construir puentes en lugar de levantar muros.

Sin embargo, esta ambigüedad tiene un costo. En un país que necesita decisiones claras, que requiere acciones contundentes para enfrentar sus desafíos, el "sí, pero..." puede convertirse en un obstáculo. Puede ser la excusa para no actuar, para no comprometerse, para no asumir la responsabilidad de cambiar las cosas.

El "sí, pero..." es, en última instancia, un espejo de nuestra realidad. Nos invita a reflexionar sobre nuestra manera de comunicarnos, sobre nuestra capacidad de escuchar y de ser escuchados, sobre nuestra disposición a construir un futuro basado en la confianza y en la claridad. Porque, aunque el "sí, pero..." pueda ser útil en el corto plazo, no puede ser el fundamento de una sociedad que aspira a la transformación.

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
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