Mario Vargas Llosa, la libertad y la democracia
Nuestra historia literaria y la suya se relacionaron de manera singular. Fue el primer y celebrado ganador del premio internacional de novela Rómulo Gallegos en 1967
Si alguna voz ha sido consecuente, sí alguna pluma ha sido decidida, valiente, elocuente en defensa del valor universal de la democracia y de la libertad humana como ejemplar demostración de lo que debe ser la postura y la conducta de un intelectual, un escritor, un hombre que imagina, sostiene, exalta y dignifica la vida futura de los pueblos y, en particular, los nuestros, fue para orgullo del Perú y de la patria latinoamericana, la de Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura.
La libertad es y será por siempre la aspiración y la necesidad, la justificación y la verdad, la causa sagrada y permanente de los hombres.
La libertad es y será por siempre la aspiración y la necesidad, la justificación y la verdad, la causa sagrada y permanente de los hombres.
En su caso, cuando se pretendía que él asumiera tareas distintas a la de su propia vocación bajo el rigor paternal y de un colegio militar: Leoncio Prado, el escritor fue agrupando en sí mismo vivencias, situaciones, los modelos, los hechos ante las cuales fue creando una historia, y en torno a ella, su postura contra la violencia, el atropello, la barbarie de un sistema de cosas dando lugar a una de sus célebres novelas: “La Ciudad y los Perros”.
Como muchos intelectuales de su generación, en un primer momento, defendió la presencia de la llamada “Revolución Cubana” en los años 60, hasta que se apartó de ella en 1971, así como lo hicieron otros connotados escritores también de América y Europa, en ocasión a la arbitraria detención del poeta cubano Heberto Padilla, y al proceso que se le siguió y la manera como se le obligó a rectificar.
Otras objeciones que le formularon desde Cuba a Vargas Llosa, surgieron en ocasión a haber ganado el premio de literatura Rómulo Gallegos en Venezuela, y la exigencia de que el importe monetario recibido por el mismo lo entregara para la lucha armada de Ernesto Guevara. El escritor rechazó tal requerimiento.
Descontento por los hechos que se evidenciaron en Cuba atentatorios de la creación literaria e intelectual en general, en una carta de esa época, Vargas Llosa le señaló al comandante Fidel Casto: “evitar el oscurantismo dogmático, la xenofobia cultural y el sistema represivo”.
La ruptura se hizo inevitable, y contra él se manifestaron toda clase de injustos señalamientos y descalificaciones.
Su preocupación intelectual y ciudadana a favor de la libertad y la democracia se puso de manifiesto de manera reiterada a lo largo de toda la vida en distintos lugares del planeta y en particular de Nuestra América.
A finales de agosto de 1990, participando en un importante foro en México en presencia del reconocido intelectual Octavio Paz, Mario desató la polémica y emitió sin miramientos juicios críticos a la democracia del país.
Enjuiciando la conducta en el poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) -fundado en 1946 y el cual gobernó a lo largo de 71 años- observó lo siguiente: “México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es la Unión Soviética. Tampoco el comunismo. Ni es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México (…) Tiene las características de la dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inamovible”.
Denunció en contundentes términos a la: “dictadura camuflada” mexicana y objetó la existencia de una: “retórica de izquierda” que en la práctica no había alcanzado la justicia social; no admitía la crítica; no aplicaba una verdadera democracia interna y sometió a muchos intelectuales: “a través de trabajos, a través de cargos públicos”, silenciando su actuación responsable, auténtica y valiente.
No solamente se refirió a México sino también a su patria natal el Perú al indicar que sus gobiernos y en particular los del general Velasco Alvarado y del aprista Alan García, intentaron: “crear un sistema semejante que garantizara ese tipo de permanencia que ante el resto del mundo pudiera ser camuflada…”.
Posteriormente en el mismo México, 21 años después de aquella anterior visita, y encontrándose en el poder un nuevo gobierno -después de tantos años de hegemonía política del PRI-, del Partido de Acción Nacional (PAN), siendo entonces presidente Felipe Calderón, ante las nuevas realidades políticas que se habían surgido, Vargas Llosa en cierta forma modificó su imputación al expresar: “Me equivoqué, porque la dictadura no era tan perfecta, la prueba es que al final se transformó en democracia, una democracia todavía imperfecta, al igual que todas las democracias latinoamericanas”.
De la misma manera, con respecto al Perú escribió un texto crítico denominado: “Hacia el Perú Totalitario”, en el cual advirtió los errores y la degradación de la democracia por mala la gestión de los gobiernos: “volviéndose por ello ficción”.
La defensa de la democracia y de la libertad ha estado presente en varias de sus importantes obras: “Conversación en la Catedral” contra el dictador peruano Manuel Odría (1948-1956), de tendencia populista, y: “La Fiesta del Chivo”, referido a la cruel y corrupta dictadura dominicana del general Rafael Leónidas Trujillo que duró 31 años en el poder (1930-1961).
Sus observaciones posteriores sobre la praxis política bajo el falso argumento de ejercer un gobierno democrático, le llevaron a expresar en Estados Unidos que sí un gobierno usa la tortura ya no lo sería, y que sí al mismo tiempo utiliza el terror contra los ciudadanos, se constituiría en terrorista. “La democracia tiene no solo la obligación moral, sino política y social de no usar el terror para combatir el terror”, afirmó.
Elevando nuestra condición como países resaltando los aspectos edificantes de Nuestra América, la notoriedad de nuestros pensadores, filósofos, escritores, historiadores, intelectuales en general, recordó en una oportunidad que: “Yo creo que los franceses que estaban ahí descubrieron una nueva cara de Latinoamérica. Ellos descubrieron la Latinoamérica que no es solo dictadores, terrorismo, traficantes de drogas, pues Latinoamérica es también un hombre extremadamente cultivado, extremadamente original que pudo decir cosas originales sobre Shakespeare”, referida esta apreciación al gran escritor Jorge Luis Borges.
Su postura fue inequívoca a favor de las democracias, las libertades y los derechos humanos. Cuestionó a los: “demagogos y populistas irresponsables” y sus efectos destructores para el futuro de los países.
Consideraba que no obstante las fallas, la democracia ha plantado sus raíces en América Latina y que los pueblos no renunciarán a ella. Celebraba la existencia de pocas dictaduras en la Región y que la mayoría de nuestros países se rigen por gobiernos democráticos, con principios y prácticas a favor de elecciones libres, el acatamiento de la voluntad popular, la existencia de partidos, la libertad de expresión y las libertades políticas. Reclamaba la necesidad de verdadera solidaridad democrática y de unidad a favor de los derechos de los pueblos.
Su mirada y su opinión sobre Venezuela por afecto y deber, solidaridad y compromiso, fue constante y expresiva. Nuestra historia literaria y la suya se relacionaron de manera singular. Fue el primer y celebrado ganador del premio internacional de novela Rómulo Gallegos en 1967.
En Lima, hace algunos años, visitando en los alrededores de la Plaza de Armas, entre aquellas calles con edificaciones imponentes con hermosos balcones entre altas paredes y gruesas puertas señoriales que recuerdan la nobleza y esplendor de los tiempos coloniales, encontré por azar del destino caprichoso y feliz una exposición sobre Mario Vargas Llosa, a la que entré presuroso y aprecié en ella entre tantos detalles de su preclara vida y obra, con emoción patriótica, una fotografía representativa de aquel significativo y trascendental momento en Venezuela.
En la misma se encontraba la imagen del inmortal escritor don Rómulo Gallegos, ya con avanzados años, con el joven escritor al que saludaba con afecto y confianza, colocada su mano sobre el hombro derecho del laureado novelista quien pronunció allí ante el autor de: “Doña Bárbara” y tantas otras extraordinarias obras, un celebrado discurso.
Durante una visita posterior a Venezuela se reunió también en Caracas con otros venezolanos distinguidos de la época, tal y como fue el caso del ex presidente Rómulo Betancourt (1977).
Gallegos fue candidato al premio Nobel de Literatura y lo merecía sobradamente, y Mario Vargas Llosa lo alcanzó en el año 2010, completando en total para honra de nuestro continente y sus letras, le presencia de 6 latinoamericanos como ganadores del mismo y españoles hasta ahora 5 en total.
Gloria a Vargas Llosa por la grandeza de su pluma, por la grandeza de sus libros, por la grandeza de su obra; gloria por el brillo singular que entre otros de su generación alcanzó la literatura latinoamericana y que la misma se constituyera, incluso superando a la propia España, en un patrimonio común de Hispanoamérica. Gloria al pensador, al hombre que no fue indiferente a la acción cotidiana de nuestras luchas y contradicciones, sosteniendo el derecho irrenunciable a la democracia y a la libertad sobre las cuales expresó: “Defendamos la democracia liberal que con todas sus limitaciones sigue representando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha sacado de la vida feral y acercándonos, aunque nunca llegamos a alcanzarla, a la hermosa vida que finge la literatura…”.
Mario Vargas Llosa, lección extraordinaria, una vez más, de un gran hombre civil, de un gran intelectual, no ajeno a las angustias fundamentales de su tiempo defendiendo la interminable lucha de la razón y la civilidad contra la barbarie y el autoritarismo de nuestra época.
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