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Síndrome de Hubris o enfermedad del poder

Al fomentar una cultura organizacional de transparencia, aprendizaje continuo y colaboración, las empresas pueden prevenir que sus líderes caigan en la trampa de la desmesura y, en última instancia, construir un entorno de trabajo más saludable

  • PEDRO ARCILA

12/04/2025 05:00 am

El concepto de Hubris, que proviene de la Grecia antigua, se traduce como “desmesura” y hace referencia a una condición psicológica que afecta a personas en posiciones de poder. Esta enfermedad, aunque no formalmente diagnosticada, se manifiesta con síntomas que alteran la personalidad de aquellos que ostentan autoridad, llevándolos a experimentar un cambio de conducta que puede resultar perjudicial tanto para ellos mismos como para quienes les rodean.
 
La génesis del Hubris –considerado un pecado griego -, como primera noción que se tiene, se ubica en el contexto de la Grecia clásica, donde se reconocía esta desmesura como un desprecio hacia los límites personales y ajenos. Se entendía como un estado violento y descontrolado, consecuencia de pasiones exacerbadas que consideraban a quienes lo padecían como individuos que habían perdido su equilibrio emocional. En la actualidad, podemos observar que este antiguo concepto persiste, transformándose en una patología que se presenta principalmente en figuras de liderazgo (reales o ficticios). Los líderes afectados por este síndrome suelen creer tener un conocimiento absoluto en algún ámbito específico sin tener noción de ello, y, como consecuencia, abusan de su poder –legal o usurpado -, desconectándose de las realidades que les rodean.

Los síntomas del síndrome de Hubris son diversos. Uno de los más destacados es la preocupación excesiva por la propia imagen. Las personas que sufren de este trastorno tienden a proyectar una imagen idealizada de sí mismos, buscando constantemente la admiración y aprobación de los demás. Esto a menudo se traduce en un el uso inadecuado de la empresa –o instituciones -como vehículo para alcanzar éxitos personales, donde sus decisiones están más orientadas al beneficio propio que al bienestar de la organización.

Además, se observa una confianza excesiva en sí mismos que les lleva a menospreciar las ideas y contribuciones de sus colaboradores. Este desprecio se convierte en un abuso de poder en las relaciones interpersonales, lo que genera un ambiente de trabajo tóxico y de desconfianza. Un complejo de superioridad se desarrolla, donde el líder se siente por encima de los demás, magnificando sus propios logros y disfrutando de una autoglorificación constante, aunque tal actitud esconda un profundo sentimiento de frustración, inseguridad y baja autoestima.

También se manifiestan comportamientos impulsivos e imprudentes, ya que estos individuos tienden a actuar sin considerar las consecuencias de sus decisiones. La falta de rendición de cuentas es otra característica que define a quienes padecen este síndrome; a menudo, no se sienten obligados a justificar sus acciones, lo que amplifica la sensación de impunidad.

El síndrome de Hubris no solo afecta a la persona en cuestión, sino que tiene profundas repercusiones en el clima organizacional. A medida que los directivos permanecen en cargos de poder durante largos periodos, tienden a perder la perspectiva de la realidad. Esta desconexión se traduce en decisiones erróneas que pueden llevar a la organización al fracaso. Muchos de los conflictos internos y problemas de desempeño empresarial emergen como resultado de líderes que, atrapados en su propio egocentrismo, ignoran las necesidades y voces de sus equipos.

El impacto del Hubris se puede observar en la disminución de la moral del equipo, el aumento de la rotación de personal y la falta de innovación, ya que un ambiente laboral donde prevalece el miedo y la desconfianza no fomenta la creatividad. Además, la cultura organizacional puede volverse defensiva, donde los empleados temen expresar opiniones o sugerencias, deteriorando aún más la dinámica de trabajo y limitando el crecimiento de la empresa.

La Prevención y Mitigación de esta problemática, depende de que las organizaciones implementen estrategias para aislar el autoritarismo. Una de las formas más efectivas es crear una cultura de retroalimentación abierta y honesta. Es fundamental que quienes cumplan funciones de liderazgo, asuman como emblema de acción ser receptivos a las críticas y valoraciones de sus colaboradores, promoviendo un ambiente donde se sientan seguros para compartir sus inquietudes y propuestas.

De igual manera, la formación en liderazgo puede ser una herramienta clave. Programas que incluyan módulos sobre inteligencia emocional, empatía y habilidades interpersonales ayudarán a los aspirantes a líderes, a desarrollar una mayor comprensión de sí mismos y de sus impactos en el entorno laboral. La mentoría también puede jugar un papel crucial, permitiendo que los individuos aprendan de experiencias ajenas y eviten caer en la trampa de este tipo de psicosis.

Finalmente, es fundamental que las organizaciones establezcan procesos de evaluación y revisión regular en los niveles directivos, asegurando que existe un sistema de checks and balances que limite el riesgo de abuso de poder, proscribir la práctica de nepotismo con una erradicación sincera de las cofradías parentales en el manejo de instituciones dedicadas al bien común. Incluir a diversos miembros del equipo en la toma de decisiones puede disminuir el impacto de la desmesura en la gestión empresarial, favoreciendo un enfoque más colaborativo y equilibrado.

El síndrome de Hubris es una enfermedad del poder que puede tener efectos devastadores en los entornos laborales y en la salud organizacional. Comprender sus características y síntomas es el primer paso para abordar esta problemática de manera efectiva. Al fomentar una cultura organizacional de transparencia, aprendizaje continuo y colaboración, las empresas pueden prevenir que sus líderes caigan en la trampa de la desmesura y, en última instancia, construir un entorno de trabajo más saludable y productivo. El poder, cuando no se usa con responsabilidad y moderación, puede transformarse en una fuerza destructiva; es nuestra responsabilidad colectiva asegurar que eso no suceda.

Pedroarcila13@gmail.com 
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