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William McKinley

Reelecto en 1900, duró poco en el cargo porque fue asesinado por un anarquista en 1901. Sin embargo, como ya es evidente, McKinley fundó el imperio americano.

  • GUSTAVO LINARES BENZO

01/02/2025 05:05 am

En el mismísimo discurso inaugural de Trump, el nuevo presidente mencionó que su héroe era William McKinley, campeón de los aranceles y del proteccionismo. No se ve a Trump leyendo una biografía de McKinley (bueno, sería interesante saber qué libros habrá leído en su casi octogenaria vida). Pero basta leer la voz en la Enciclopedia Británica para apreciar el buen consejo que le dio algún asesor.

McKinley fue un personaje complejo, en realidad muy destino de Trump. Ciertamente comenzó su primer período (1897-1900) logrando a través del Congreso (ya empiezan las diferencias) un aumento sustancial de los aranceles, para proteger la industria norteamericana. Pero inclusive antes de su reelección se percató de la necesidad del libre comercio internacional, puesto que Estados Unidos requería también productos importados, ya incluyendo materias primas.

Reelecto en 1900, duró poco en el cargo porque fue asesinado por un anarquista en 1901. Sin embargo, como ya es evidente, McKinley fundó el imperio americano. Sí, luchó y ganó la Guerra contra España que hizo de Puerto Rico, Guam y las Filipinas colonias norteamericanas (1898); y sí, fue el presidente que aceptó el Laudo de París que nos robó el Esequibo (1899), juicio en que como se sabe Venezuela no actuó directamente, sino que fuimos representados por los Estados Unidos, o sea por McKinley o casi.

El Presidente Imperial, sin exageración ninguna. De hecho, la guerra contra España se origina en el apoyo de Estados Unidos a la independencia cubana, en plena lucha en esos años. Sin embargo, terminada la guerra, se produce un intenso debate entre los propios norteamericanos, entre un sector imperialista (sic) que quería hacer, salvo Cuba, de las ex posesiones españolas colonias gringas, y los independentistas, que invocaban el espíritu original. Aunque Cuba termina independiente (muy relativamente, como sabemos), McKinley se decantó por el imperio, y en el tratado de París (como que la Ciudad Luz nos es pavosa), España cede sus excolonias, que lo siguieron siendo, pero ahora de Washington (y veinte mil filipinos muertos mediante).

El debate interno fue tan intenso que el tratado fue aprobado en el Senado ¡por un voto!, puesto que gran parte de la opinión pública quería la independencia. Y el Esequibo, bueno, ahora es explotado por las petroleras que también son consentidas del gobierno norteamericano. Todo esto, guerra y conquista, manipuladas y fomentadas por Instagram y X (¡perdón!), por Hearst y Pulitzer y sus periódicos.

Así que lo de la semana pasada con Colombia, las pretensiones sobre el canal de Panamá y la eliminación de golpe y porrazo del parole (estamos esperando el reportaje de las tragedias que causó el Emperador (perdón, el presidente) destruyendo décadas de esfuerzo de decenas de miles de venezolanos honrados en EEUU), no sólo estaba anunciado, sino que va a ser peor. Un buen indicio en medio de esto es que la postura de la presidenta de México (el golfo se llama de México) la encaramó en el ¡78%! de popularidad.

Eso sí, a China ni con el pétalo de una rosa. Los aranceles del 60% no aparecen por ninguna parte. Claro, los misiles nucleares son ahora el principal argumento de política internacional. Estamos como entre matones y pistoleros, America First.

La perplejidad es total. Esperemos que todo esto no sea más que las morisquetas iniciales a que se refieren los trumpólogos (no creo), pero mientras tanto hay que leer la biografía de McKinley y algo más de historia.

@glinaresbenzo
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