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Días de mascaradas

A medida que se avanza en edad, la preocupación es la simple (o si puede ser acomodada) subsistencia de carácter individual, aunque también se profundiza el rechazo a la igualdad de condiciones y al avance social

  • ECCIO LEÓN R.

04/12/2024 05:01 am

En nuestras sociedades hemos llegado a normalizar la mentira y, lo mas grave, es que ya no penalizan ni la mentira ni al mentiroso, de igual manera calificar a alguien de hipócrita no es ningún halago, es, tal vez, el peor perfil para describir a una persona y una de las peores críticas que de alguien se puede hacer, pero lo importante no es el adjetivo que califica, lo importante es si esa persona en su conducta se comporta con lo que el adjetivo significa. Esa era la intención de Molière en su sátira: mostrar a un farsante en acción, mostrar cómo un hipócrita puede destruir los valores de la sociedad, mostrar la personalidad compleja y los conflictos internos de alguien que se transforma en hipócrita, mostrar la máscara de la verdad detrás de la que se esconde la mentira y no confundir la apariencia con la realidad.

Estamos viviendo en un mundo que está cada vez más desnaturalizado, desestructurado a todos los niveles, lleno de hipocresía, dobleces, egoísmo, un mundo vacío en general, en el que si no encontramos la felicidad la tenemos que fingir, gastando aquel dinero que no tenemos y huyendo de nosotros mismos.

Debemos aparentar que creemos en todo aquello que los demás quieren que creamos, ser felices a pesar de sentirnos desgraciados, o, de lo contrario, somos discriminados, utilizados, manipulados, anestesiados por el sistema, que, sin derecho a réplica, nos dice: Esto social, la justicia, la libertad, la solidaridad, la pobreza, la felicidad. Y cuando veo que casi nunca coincide con la realidad, que todo es demagogia y que todo está fomentado y justificado a conciencia y a conveniencia del sistema, siento una profunda impotencia y todo lo que observo me sabe a podrido. Se llega a justificar todo lo injustificable, se ensalza al villano y se humilla a la víctima o se abandona a los ancianos .

Es Navidad, un día para estar en familia y también de comilonas y despilfarro para algunos, lo que resalta aún más la pobreza y miseria de otros. Las felicitaciones, regalos y buenas obras parece que abundan más estos días que el resto del año. ¿Por qué? Desear felicidad, cualquier otro buen deseo o dar las gracias no deberíamos limitarlo a fechas específicas o eventos especiales, como la Navidad o los cumpleaños. Si nos damos cuenta de que el otro lo necesita, cualquier momento o situación es adecuado para dirigir unas palabras de felicitación, de buenos deseos, de aliento, de brindar una ayuda desinteresada. Porque la tristeza, la soledad, la pobreza o la necesidad de saber que importamos a alguien no aparece en la vida de las personas en fechas determinadas. También los regalos solemos darlos y recibirlos en días específicos o celebraciones especiales. Excesivos para algunas personas e inexistentes para otras.

Algunos del primer grupo convierten en un problema la elección de esos regalos porque poder encontrar algo diferente, atractivo y acertado para el que tiene casi de todo resulta muy difícil. ¿Nos hemos planteado alguna vez que quizá esas personas agradecerían más que no les regaláramos nada? ¿O que se sentirían más felices si supieran que ese dinero ha servido para remediar alguna necesidad básica de los que pertenecen al segundo grupo? Sería positivo reflexionar sobre los actos que realizamos solo porque es una tradición o una costumbre y ver si son adecuados a las necesidades reales del momento y de las personas.

Observando detenidamente la existencia del colectivo compuesto por hombres y mujeres que ya han cumplido el medio siglo, así como el que ya ha alcanzado un cuarto de existencia este último está compuesto por estudiantes universitarios y jóvenes desempleados se llega al realista concepto que ahora vivimos o, mejor dicho, aguantamos el resultado del estancamiento generacional. A medida que se avanza en edad, la preocupación es la simple (o si puede ser acomodada) subsistencia de carácter individual, aunque también se profundiza el rechazo a la igualdad de condiciones y al avance social. No es, afortunadamente, una lacra que afecte a toda la población. Porque, en otra medida, pequeña pero más que considerable, hay una parte de nuestra sociedad con la clara idea de que no hay que derrumbar nuestros sueños; hay que derribar las barreras que nos impiden cumplirlos. Y eso es lo que hay que reforzar.

En fin, nuestra principal tarea tiene sentido y valor si, desde la honesta conducta, pensamos y contribuimos a construir un futuro mejor en un mundo mejor, no solo para nosotros, sino, desde la solidaridad, para toda la comunidad mundial. Es un deseo muy general, tal vez utópico, pero nadie puede negar que es generoso.

Eccio Leon
@el54r 
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