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El planeta, ese tabernáculo de Venus

Tortura y sexo siempre han ido unidos de la mano, al olvidarnos que el placer holista es el deseo de llegar más allá de los muros de lo prohibido, lugar donde las fogosidades transitan sin escamoteos.

  • RAFAEL DEL NARANCO

24/12/2023 05:07 am

Europa es un pedazo de tierra chica en la que uno - el noctámbulo que pudiera ser - puede ir a cualquier parte en pocas horas, y narrar sus experiencias al momento de garabatear artículos con un poco de ají picado. Ejemplo: En Ámsterdam, Países Bajos, hay dos zonas rocambolescas, mejor dicho, curiosas: el Museo del Sexo y el de la Tortura.

El primero de ellos es sorprendente. Allí no hay morbosidad en el sentido de la inercia de dicho vocablo, y sí la historia del erotismo a lo largo de los tiempos, y es que la ciudad de Rembrandt, de la misma forma que encauzó la embestida del mar del Norte y las rutas de las especies, supo combinar el deseo gozoso de tal forma, que es la única urbe - eso consideramos - que posee un llamado “Venustempel” o Templo a Venus, abierto las 24 horas del día.

Por su parte, el “Torture Museum”, como el anterior, no se halla en el Barrio de los Museos, conocido como Museumolein, en donde se encuentra el de Van Gogh, un edificio cuyo diseño es de Gerrit van Rietveld y que, a nuestro manejable entender arquitectónico, no ha tenido suerte al encumbrarlo.

Tanto la pinacoteca del suplicio como la de la concupiscencia, están en pleno Damrak, cercanas a la bellísima Estación Central, uno de los edificios públicos más emblemáticos y magníficos de Europa, en la que uno entra o sale de Ámsterdam viniendo del Aeropuerto de Schiphol.

En los espacios, dentro sus paredes carbonizadas para darle más angustias pávidas, el espanto ofrece áreas terroríficas de la Inquisición, la verdadera y la inventada, cuando estas posesiones holandesas colmadas de tulipanes, eran de la España de Carlos V y su hijo Felipe II, y el cuadro de Diego Velázquez - “La rendición de Breda” o “Las Lanzas” - que muchos críticos consideran el mayor lienzo histórico que inmortaliza la victoria de Spinola sobre Nassau, es un aguijón, no del todo cobrado, por los “hombres bárbaros y peludos del norte” helado.

La historia la hacen unos, y son desabrigadas por otros.

Un recorrido en la medieval exhibición impone respeto. Allí están los maderos y hierros estigmáticos de los instrumentos de suplicio en todas sus variantes, desde la picota, a la refinada guillotina, castigos corporales en la persecución de herejes subyugados.

Y es que Holanda era otro mundo: una nación que permite la marihuana en todas sus variantes, el amor a partir de los 14 años, y un lugar en que las damiselas del deseo ardiente están, igual a las salchichas o el salmón ahumado, en los escaparates de las callecitas cercanas al barrio Oude Kerk.

Este feudo es un gran estado, no solo por su contribución a la historia europea, sino debido igualmente al propio espíritu emprendedor de su gente.

Aquí, entre los canales, por vez primera escuchamos hablar de la “Secta de los Khlystis”, un conjuro sexual practicado en Rusia y que tuvo su mayor adepto en el monje Rasputín, especializado en ritos orgiásticos.

De cara al mundo cotidiano, los sectarios hacían ver que comulgaban con la iglesia ortodoxa rusa, cuando en realidad se burlaban de ella y en sus ceremonias todo finalizaba con una orgía en donde las historias de “Justine”, del Marqués de Sade, quedaban en simples cuentos de hadas para dormir efebos.

Tortura y sexo siempre han ido tomados de la mano, al no olvidar que el placer sistémico es el deseo de llegar más allá de los muros de lo prohibido, lugar donde las fogosidades caminan sin escamoteos.

Sexus, dice el latinazo, y con ello se marcó la diferencia orgánica y física del comportamiento entre el macho y la hembra en los animales y alguna extraña planta. Nosotros, los seres humanos, estamos en el primer grupo, aunque con matices.

En las postrimerías de la baja edad Media, Juan Ruiz, alias “Arcipreste de Hita”, en su “Libro del Buen Amor”, exponía con sapiencia en noble castellano antiguo:

“El mundo por dos cosas trabaja: la primera, por aver mantenencia; la otra era por aver juntamiento con fenbra plazentera”.

En la actualidad, Internet dispone de más páginas dedicas al sexo que a cualquier otro tema de interés general.

En un viaje realizado hace tiempo a Taiwán, al ser dificultoso en el hotel la conexión con la mini computadora al momento de enviar una de nuestras crónicas, acudíamos a un ciber-café con la intención de concretar la reseña.

Nuestro pasmo fue comprobar que, cuando nos introducíamos en una página intentando hallar alguna información del tema que buscáramos, surgía de inmediato un aluvión dedicadas al sexo. Eran en ese entonces contenidos preparados en Rusia, Hong Kong, Tailandia y otros lugares de Asia.

Hoy el planeta es una libídine habitual compartida entre los internautas que actualmente no poseen fronteras.

El continente europeo se ha impregnado de lo que Ámsterdam aprendió de la misma Pompeya, mientras Internet es el tabernáculo sin aspavientos de un diario vivir, levantado sobre una sociedad aturdida y cansada, que atiborra sin protección nuestro libre albedrío.

rnaranco@hotmail.com



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