Los retos de Brasil
Brasil hace el esfuerzo de revivir fantasmas del pasado como Unasur o el mismo BRICS y sus resultados son magros, al igual que busca levantar la mano a la CELAC y pasar desapercibido en la OEA y en Naciones Unidas
Ya es un lugar común comentar que el mundo es muy diferente al que vivió el presidente Lula en sus dos anteriores gobiernos. Y es así, el optimismo reinante que existió en esos años ha desaparecido lentamente y hoy lo que está presente en la agenda global es un gran pesimismo sobre el futuro de la democracia, sobre el desarrollo y desde luego sobre la cooperación e integración internacionales.
Los retos de Brasil en la actualidad son muy exigentes. Tómese el caso de la ineficiente integración regional y los mecanismos de prevención de conflictos en este lado del mundo o los problemas derivados del deterioro ambiental y de la falta de consenso sobre cómo enfrentar este tema tan polémico. O veamos el tópico de las migraciones y desde luego los conflictos armados en varias partes del mundo, al igual la tensión fronteriza entre Guyana y Venezuela.
Los retos de Brasil en la actualidad son muy exigentes. Tómese el caso de la ineficiente integración regional y los mecanismos de prevención de conflictos en este lado del mundo o los problemas derivados del deterioro ambiental y de la falta de consenso sobre cómo enfrentar este tema tan polémico. O veamos el tópico de las migraciones y desde luego los conflictos armados en varias partes del mundo, al igual la tensión fronteriza entre Guyana y Venezuela.
Todos estos temas tienen que ver con la política exterior de un país grande con grandes recursos que juega a ser una potencia media y que depende de un ambiente mundial más flexible. Es decir, en la medida en que reinan los superpoderes y domina la geopolítica se le van cerrando a esas potencias medias la capacidad de figurar en el salón principal de unas relaciones internacionales cada día más dependientes de coyunturas que no pueden pronosticar y abordar con eficacia.
Ese es el globo que el nuevo gobierno del presidente Lula debe afrontar. Pero aquí está el obstáculo mayor. Pareciera que él y sus aliados internos y externos no reconocen que el mundo ha cambiado y que, por lo tanto, no han logrado construir una respuesta firme y coherente que le permita a Brasil estar de nuevo en la segunda fila de los Estados que componen el espectro global. De ahí entonces que la diplomacia brasileña esté dedicada a dar pasos cortos, en el marcó de una conducta fundamentalmente táctica y tímida.
De igual forma, se observa en los medios de comunicación tradicionales y también en las redes sociales un cierto “reclamo” sobre que el presidente brasileño no ha conseguido estabilizar sus compromisos internacionales y que no ha podido rescatar la “gloria” de tiempos pasados. En verdad, y de acuerdo con el argumento de este artículo, Lula ha tratado, pero no ha podido brillar como antes. Otros analistas plantean con un mayor distanciamiento que en verdad Brasil ha decidido reducir su activismo, no sólo por lo costoso que sale peregrinar por la tierra en estos tiempos difíciles, sino también por los malos recuerdos que le traen los gobiernos anteriores que él presidió.
Así las cosas, Brasil hace el esfuerzo de revivir fantasmas del pasado como Unasur o el mismo BRICS y sus resultados son magros, al igual que busca levantar la mano a la CELAC y pasar desapercibido en la OEA y en Naciones Unidas. Estos movimientos tácticos deben ser comprendidos y estudiados, ya que forman parte de esta cosmovisión de un mundo cambiante y en donde “la grandeza” ya no tiene cabida en un globo hecho por pedacitos de diferente procesos, temas y narrativas que de alguna forma ilustran un globo en continúa transformación.
romecan53@hotmail.com
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