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¿Por qué Carabobo no fue el final de la guerra de independencia?

Carabobo en 1821 y, definitivamente la batalla del Lago de Maracaibo y la toma de Puerto Cabello en 1823, coronaron este proceso con las ya señaladas capitulaciones y efectiva rendición y retiro de las fuerzas militares españolas de territorio venezolano

  • ALBERTO NAVAS

14/12/2023 05:00 am

No se puede poner en discusión la importancia histórica de la Batalla de Carabobo, gracias a ella el Ejercito Libertador consolidó el control del centro de Venezuela, principalmente las importantes regiones adyacentes a las capitales de Valencia y Caracas. Pero ello no significó, de manera automática, el fin de la guerra de independencia venezolana, pues, como es conocido luego de la derrota española en los campos de Carabobo no ocurrió ninguna rendición oficial ni, menos aún, alguna capitulación definitiva de las fuerzas comandadas por el general español Miguel de La Torre (1786-1843). En honor a la verdad, luego de dicha derrota ocurrió una retirada estratégica española hacia la población y fortalezas de Puerto Cabello, cosa que era previsible al haberse escogido la sabana de Carabobo como escenario para intentar frenar el arrollador avance de las fuerzas comandadas por el Libertador Simón Bolívar. Es decir, que en toda batalla es posible una derrota y que todo conductor de tropas debe prever siempre una probable retirada, para salvar fuerzas y reorganizarlas en función de la continuidad de la guerra. Esta guerra se prolongaría, realmente, hasta 1823 cuando capituló primero en Maracaibo el general Morales el 24 de junio y, finalmente, en Puerto Cabello el general Sebastián de la Calzada en noviembre del mismo año, cesando así el último reducto realista español en Venezuela.

Los historiadores del siglo XIX y muchos de los de los de los siglos XX y XXI, se formaron la errónea costumbre de limitar la historia de Venezuela a los eventos en los que estuvo presente, directamente, el Libertador Bolívar, como ocurrió en Carabobo de 1821, seguir al caballo de Bolívar era más importante, para ellos, que explorar objetiva y críticamente la documentación y el contexto correspondiente. Aunque Bolívar estaba en 1823 desarrollando importantes operaciones políticas y militares entre Quito y Perú, lo cual no quiere decir que no estaba al tanto de los procesos bélicos en Venezuela. Oficiales como Padilla en Maracaibo y Páez en Puerto Cabello, como muchos otros allí presentes, en los combates y capitulaciones, quedaban opacados y olvidados, descuidándose la importancia de que allí fue donde rindieron sus armas los ejércitos españoles, que desde 1815, con la llegada de la expedición del general Pablo Morillo (1775-1837), pusieron en jaque la posibilidad de la independencia de Venezuela.

Pero el movimiento militar Liberal de 1820 en España, limitó los poderes absolutos de Fernando VII, e instauró un gobierno liberal, mejor conocido como el Trienio Liberal, que permaneció hasta 1823. Ese gobierno liberal español dio instrucciones al general Morillo, en junio de 1820, para iniciar conversaciones para llegar a un Armisticio con las fuerzas independentistas de Venezuela y la Nueva Granada, de allí la famosa entrevista entre Bolívar y Morillo en Santa Ana (Trujillo) que llevó a la firma del Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra firmado el 27 de noviembre de 1820. La renuncia de Pablo Morillo a la comandancia del ejército español y su retiro hacia España en diciembre de ese mismo año, abrieron las puertas a nuevas esperanzas para Venezuela, en la que quedaba un ejército realista ya desgastado y logísticamente desprovisto, al mando del general La Torre.

Carabobo en 1821 y, definitivamente la batalla del Lago de Maracaibo y la toma de Puerto Cabello en 1823, coronaron este proceso con las ya señaladas capitulaciones y efectiva rendición y retiro de las fuerzas militares españolas de territorio venezolano, repatriadas principalmente hacia Cuba y España, garantizándoles una retirada honrosa a soldados y oficiales gracias, en gran medida, a la caballerosidad militar del general José Antonio Páez. Quien se convirtió, desde entonces, en la figura militar y política de mayor importancia en territorio venezolano, permitiéndole, en consecuencia, asumir un liderazgo de primera importancia en el proceso de separación de Venezuela de la Unión Colombiana desde 1830, restituyéndole al país una identidad política nacional propia, no dependiente de Bogotá.

Una vez fallecido el nefasto monarca Fernando VII en Madrid en 1833 y sucedido afortunadamente en el trono por su hija Isabel II, la política exterior de los gobiernos de Páez y Soublette, avanzaron hacia las negociaciones necesarias para el reconocimiento de la Independencia de Venezuela por parte del reino de España, contando con los valiosos oficios de notables venezolanos como lo fueron Alejo Fortique y Fermín Toro, reconocimiento oficial que fue otorgado por la Reina de España, por medio del Tratado de Paz y Amistad firmado el 30 de marzo de 1845 y ratificado en 1846.

Como hemos podido ver, someramente, el cierre de la guerra de independencia venezolana fue un proceso de mayor complejidad política, militar y diplomática, que el de algunas batallas y sus actores; se trataba, realmente, de un largo proceso estructural, que se hunde en la profundidad del siglo XVIII, tal vez desde tiempos de Felipe V, hasta mediados del siglo XIX, cuando a la par del reconocimiento por nuestra antigua metrópoli española, los venezolanos sucumbimos en una profunda crisis, ya evidente desde 1846,de agotamiento del proyecto liberal inicial, ahogándonos en la Guerra Federal (1859-1863), para finalmente, retomar el camino del liberalismo autoritario modernizador, desde 1870, bajo el liderazgo de Guzmán Blanco, convirtiéndonos, cada vez más, en una Tiranía Liberal hasta 1936, como lo pudo calificar nuestro profesor Manuel Caballero.

ANB Cronista de la UCV.
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