Las mañas se copian
La psiquiatría como rama de la medicina constituye una apasionante herramienta, quizás por el contenido de su objeto de estudio, como por las salidas esperadas en el arraigo o desarraigo individual y colectivo
Para Epicteto esclavo liberado que se convirtió en renombrado maestro estoico. “no son los eventos externos los que nos perturban, sino nuestra percepción de ellos”. En el entendido de otro de los maestros de la antigüedad “La verdadera felicidad es disfrutar del presente, sin depender ansiosamente del futuro” y “Sufrimos más a menudo en la imaginación que en la realidad” (Seneca). En un mundo cada día con incremento de la inestabilidad política, con despropósitos en las actuaciones de los altos funcionarios de los Estados, la ciudadanía queda en medio de una vorágine de supuestos, debate entre la incertidumbre y la búsqueda de refugios mentales para sobrevivir y persistir como sociedad: y ello hace un espacio para el estudio de patrones de comportamiento que enriquecen las diversas ramas del conocimiento en el campo de la psicología social.
La psiquiatría como rama de la medicina constituye una apasionante herramienta, quizás por el contenido de su objeto de estudio, como por las salidas esperadas en el arraigo o desarraigo individual y colectivo. En el contexto de la búsqueda de dominación, permanencia en la cima del poder político, no resulta extraño que individuos con ansias de poder se rodeen de expertos en materia del análisis de las conductas: Pinochet, Hitler, Mussolini y Stalin son ejemplos históricos de tal estrategia. Sin embargo, el problema comienza a develarse cuando el empleado hace uso de su manejo de los patrones conductuales para marcar su propia agenda, con resultados indeseables para los “jefes” quienes son entrampados en sus aspiraciones y terminan convertidos en marionetas del consejero y finalmente reciben todo la carga de la causa por ejecutorias “inducidas”, de las que les resulta imposible diferenciarse, por el hecho de aparecer en la palestra como creadores de actos monstruosos del que le han hecho creer son producto de su ingenio, ante la imposibilidad que su propia soberbia le haga aceptar que fueron conducidos por “ideólogos” de una política incoherente; más, a medida que se avanza con una “infame” seguridad de sus actos, mayor es el compromiso al punto de no permitir vuelta atrás.
La “culta Europa” hoy día cae en el tobogán de los asesores; las mieles del poder (y también los errores) hacen impensable el abandono del mismo por las consecuencias judiciales ante los delitos que se derivan de gestiones violatorias del estado de derecho, el manejo de la cosa pública y hasta las cofradías resultantes de un peculado escandaloso. En fin a quienes menos conviene la entrega del fortín es por lo general a los segunderos, familiares “beneficiarios” del dolo y la ocupación de patrimonios propiedad de la nación y por ende de sus ciudadanos. Democracias como la francesa hacen guiños y se rinden a la sombra de conductas antinatura y hasta fratricida de los llamados “Progres” por su influencia creciente en el mercado de las ideas y el monopolio de la comunicación.
España parece olvidar los 800 años del dominio por los moros, los estragos de la guerra civil y una dolorosa diáspora, para abrirse a convenir alianzas con mercenarios de un pasado reciente, dilapidadores de rentas (según los expedientes que cursan en la justicia) y cualquier “bicho de uña”, solo para mantener a una persona en el poder político. De nada vale una mayoría de ciudadanos que sufragó con un mensaje claro de negación a una gestión comprometida en sus valores y ejecutorias; mediante acuerdos soterrados y pactos impresentables se abre la posibilidad cierta del desmantelamiento de la nación, la separación de varias de sus provincias para formar tienda aparte, con gobiernos vinculados a la violencia que puedan acercarse ideológicamente a los más atrasados esquemas de administración que haya conocido la humanidad.
Escuchando a un connotado asesor del partido gobernante, no queda duda de la distorsión en la imágenes que se proyectan: “el fin se impone sobre los medios, que pueden ser circunstanciales”; terrible afirmación de un profesional de la salud mental, que hace recordar a un viejo profesor de posgrado en la universidad, quien decía “en veces dudo si la psiquiatría en algunos es una profesión o una enfermedad”. Por ahora España está al borde de una serie de sucesos que podría romper la institucionalidad en una de las democracias más sólidas del viejo continente, con la pérdida de parte del territorio. Es posible que en algunos años, cuando un nuevo liderazgos pugne por romper la hegemonía actual, no faltará asesor, “guías espirituales” y consejeros psiquiátricos que recomienden un referendo consultivo a la ciudadanía para decir en la urnas que “Cataluña o Galicia son de España”. Las malas mañas también se copían.
Pedroarcila13@gmail.com
La psiquiatría como rama de la medicina constituye una apasionante herramienta, quizás por el contenido de su objeto de estudio, como por las salidas esperadas en el arraigo o desarraigo individual y colectivo. En el contexto de la búsqueda de dominación, permanencia en la cima del poder político, no resulta extraño que individuos con ansias de poder se rodeen de expertos en materia del análisis de las conductas: Pinochet, Hitler, Mussolini y Stalin son ejemplos históricos de tal estrategia. Sin embargo, el problema comienza a develarse cuando el empleado hace uso de su manejo de los patrones conductuales para marcar su propia agenda, con resultados indeseables para los “jefes” quienes son entrampados en sus aspiraciones y terminan convertidos en marionetas del consejero y finalmente reciben todo la carga de la causa por ejecutorias “inducidas”, de las que les resulta imposible diferenciarse, por el hecho de aparecer en la palestra como creadores de actos monstruosos del que le han hecho creer son producto de su ingenio, ante la imposibilidad que su propia soberbia le haga aceptar que fueron conducidos por “ideólogos” de una política incoherente; más, a medida que se avanza con una “infame” seguridad de sus actos, mayor es el compromiso al punto de no permitir vuelta atrás.
La “culta Europa” hoy día cae en el tobogán de los asesores; las mieles del poder (y también los errores) hacen impensable el abandono del mismo por las consecuencias judiciales ante los delitos que se derivan de gestiones violatorias del estado de derecho, el manejo de la cosa pública y hasta las cofradías resultantes de un peculado escandaloso. En fin a quienes menos conviene la entrega del fortín es por lo general a los segunderos, familiares “beneficiarios” del dolo y la ocupación de patrimonios propiedad de la nación y por ende de sus ciudadanos. Democracias como la francesa hacen guiños y se rinden a la sombra de conductas antinatura y hasta fratricida de los llamados “Progres” por su influencia creciente en el mercado de las ideas y el monopolio de la comunicación.
España parece olvidar los 800 años del dominio por los moros, los estragos de la guerra civil y una dolorosa diáspora, para abrirse a convenir alianzas con mercenarios de un pasado reciente, dilapidadores de rentas (según los expedientes que cursan en la justicia) y cualquier “bicho de uña”, solo para mantener a una persona en el poder político. De nada vale una mayoría de ciudadanos que sufragó con un mensaje claro de negación a una gestión comprometida en sus valores y ejecutorias; mediante acuerdos soterrados y pactos impresentables se abre la posibilidad cierta del desmantelamiento de la nación, la separación de varias de sus provincias para formar tienda aparte, con gobiernos vinculados a la violencia que puedan acercarse ideológicamente a los más atrasados esquemas de administración que haya conocido la humanidad.
Escuchando a un connotado asesor del partido gobernante, no queda duda de la distorsión en la imágenes que se proyectan: “el fin se impone sobre los medios, que pueden ser circunstanciales”; terrible afirmación de un profesional de la salud mental, que hace recordar a un viejo profesor de posgrado en la universidad, quien decía “en veces dudo si la psiquiatría en algunos es una profesión o una enfermedad”. Por ahora España está al borde de una serie de sucesos que podría romper la institucionalidad en una de las democracias más sólidas del viejo continente, con la pérdida de parte del territorio. Es posible que en algunos años, cuando un nuevo liderazgos pugne por romper la hegemonía actual, no faltará asesor, “guías espirituales” y consejeros psiquiátricos que recomienden un referendo consultivo a la ciudadanía para decir en la urnas que “Cataluña o Galicia son de España”. Las malas mañas también se copían.
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