Relatos maravillosos
En los textos de largo aliento podemos fallar y nos hacemos perdonar, la gran cantidad de páginas nos permiten este vergonzoso lujo, pero es en el texto breve en el que podemos demostrar el verdadero talento narrativo
Regreso a Nery Santos Gómez, una autora que conocí hace pocos años desde dos de sus libros (Hilandera de tramas, historias escondidas de 2012 y Lazareto de afecciones de 2018), ella es venezolana, pero naturalizada estadounidense y reside en este país, aunque como buena viajera y trotamundos que es, la podemos hallar de pronto en cualquier lugar de América Latina, en Europa e incluso en el África. Es más, hace pocas semanas estuvo aquí en Mérida, ciudad en la que vivo, y pude percibir y disfrutar de la hondura de su inteligencia y de su humanidad.
Nery es una mujer universal, que transpira bondad y desprendimiento, su bonhomía no es usual, menos en el territorio literario, en el que solemos toparnos con situaciones no muy enaltecedoras como la envidia, la mezquindad, el quítate tú para ponerme yo y el egoísmo. Conocerla es empatizar de entrada, su pensamiento es diverso, sus modales son sutiles, sabe escuchar y relacionarse, es muy culta, fue forjada en principios y valores esenciales y toda ella es arquetipo del deber ser de una mujer y de una autora, que sabe muy bien el lugar que ocupa en un mundo ya muy pequeño frente al tamaño de su accionar y de sus sueños.
Nery y yo pudimos vernos varias veces y compartimos unos cuantos cafés: hablamos hasta más no poder; con ella el tiempo vuela. Del primer grato encuentro me quedó la consolidación de la amistad y un hermoso libro titulado Al borde de la decencia. Relatos breves para adultos (Pigmalión, 2019, 2ª edición), por cierto, ganador del Premio Internacional de Literatura Erótica “Anaïs Nin” 2019, convocado por el Grupo Editorial Sial Pigmalión. El tomo, de 126 páginas, contiene 26 relatos breves (algunos, brevísimos). Soy lector de literatura erótica, me seduce, pero por serlo, valoro cuando el texto está bien trabajado y exento de afanes escatológicos y de vulgaridad rampante.
La narrativa de mi amiga goza de una doble cualidad que no es fácil de alcanzar: es sutil y a la vez contundente. Sus páginas nos llevan por espacios ricos en imágenes en los que el silencio es un gran aliado y los personajes son sus naturales cómplices. Obviamente, todo ello se articula para entregarnos historias memorables, plenas de luz y de veladas insinuaciones, en las que todo se mueve sin tropiezos, pero al mismo tiempo a un ritmo trepidante, como si cabalgaran sin parar y sin mirar atrás, como si la narradora fuera consciente (en el momento destellante de plasmar su historia en la pantalla) de que lo dicho es para siempre y que nada se deja al azar, que contar es entregarse sin reticencias y darlo todo en el ahora, y que no hay posibilidad alguna de retroceder: se dice o no, se echa el resto o nos quedamos varados en el camino sin posibilidad de redención.
La prosa de Nery Santos Gómez es precisa y efectiva, pero no por ello carente de belleza, y posee un “algo” invalorable, o, mejor dicho, poco común: dice mucho con gran economía de lenguaje y lo que dice nos transporta a inusitados mundos que nos tocan en lo profundo. Cada historia de este hermoso libro se queda dando vueltas en la cabeza, y como un enjambre de partículas: chocan aquí y allá, regresan a nosotros una y otra vez, se hacen presentes cuando menos lo sospechamos, nos vapulean los sentidos y las emociones, enlazan con nuestra propia existencia hasta hacer de sus lectores posesos de su prosa, y testigos de excepción de sus relatos.
Sí, efectivamente, los relatos de Al borde de la decencia son para adultos, y no precisamente por la carga de erotismo que alienta a varios de ellos, ya que en muchos otros libros la hallamos (y aún más elevada) sin que se nos anuncie con particular énfasis, sino porque es la adultez la etapa de la vida en la que podemos sopesar, en su justa dimensión ética y estética, lo aquí contado y sin ruborizarnos, sin que volteemos a los lados, sin que se trastoquen nuestros sueños en las alas de lo etéreo. El erotismo de estos relatos no es sobrevenido, ni un ingrediente que la autora puso en su estructura para atraer las miradas, sino que se trata de circunstancias propias del vivir, de hechos que quizás nos toquen a todos, pero de la mano de su ágil pluma podemos desvelar lo oculto y encontrar la clave que ilumine y le otorgue una nueva noción a lo narrado. A veces son sólo miradas y gestos, roces de manos, un final imprevisto o feliz, o tal vez hechos cotidianos que podrían pasar inadvertidos para algunos, pero que, contados desde la primera persona del singular o desde la tercera, que los acerca o los aleja, y con la maestría de la autora, cobran fuerza y sentido y producen gran impacto.
Me agrada la brevedad de los textos que nos presenta Nery Santos Gómez, ya que desde hace tiempo estoy ganado a la síntesis y a la concreción en el hecho literario, primero por la vertiginosidad e instantaneidad de nuestro tiempo, que casi nos obliga a soñar con el imposible don de la ubicuidad, y porque como ya lo he expresado en otros artículos, es lo breve un territorio minado que exige perfección e impacto, oficio y astucia, versatilidad y elegancia. En los textos de largo aliento podemos fallar y nos hacemos perdonar, la gran cantidad de páginas nos permiten este vergonzoso lujo, pero es en el texto breve en el que podemos demostrar el verdadero talento narrativo, y mi querida amiga lo tiene de sobra. Se abre ante ella un camino de aciertos y de éxitos.
rigilo99@gmail.com
Nery es una mujer universal, que transpira bondad y desprendimiento, su bonhomía no es usual, menos en el territorio literario, en el que solemos toparnos con situaciones no muy enaltecedoras como la envidia, la mezquindad, el quítate tú para ponerme yo y el egoísmo. Conocerla es empatizar de entrada, su pensamiento es diverso, sus modales son sutiles, sabe escuchar y relacionarse, es muy culta, fue forjada en principios y valores esenciales y toda ella es arquetipo del deber ser de una mujer y de una autora, que sabe muy bien el lugar que ocupa en un mundo ya muy pequeño frente al tamaño de su accionar y de sus sueños.
Nery y yo pudimos vernos varias veces y compartimos unos cuantos cafés: hablamos hasta más no poder; con ella el tiempo vuela. Del primer grato encuentro me quedó la consolidación de la amistad y un hermoso libro titulado Al borde de la decencia. Relatos breves para adultos (Pigmalión, 2019, 2ª edición), por cierto, ganador del Premio Internacional de Literatura Erótica “Anaïs Nin” 2019, convocado por el Grupo Editorial Sial Pigmalión. El tomo, de 126 páginas, contiene 26 relatos breves (algunos, brevísimos). Soy lector de literatura erótica, me seduce, pero por serlo, valoro cuando el texto está bien trabajado y exento de afanes escatológicos y de vulgaridad rampante.
La narrativa de mi amiga goza de una doble cualidad que no es fácil de alcanzar: es sutil y a la vez contundente. Sus páginas nos llevan por espacios ricos en imágenes en los que el silencio es un gran aliado y los personajes son sus naturales cómplices. Obviamente, todo ello se articula para entregarnos historias memorables, plenas de luz y de veladas insinuaciones, en las que todo se mueve sin tropiezos, pero al mismo tiempo a un ritmo trepidante, como si cabalgaran sin parar y sin mirar atrás, como si la narradora fuera consciente (en el momento destellante de plasmar su historia en la pantalla) de que lo dicho es para siempre y que nada se deja al azar, que contar es entregarse sin reticencias y darlo todo en el ahora, y que no hay posibilidad alguna de retroceder: se dice o no, se echa el resto o nos quedamos varados en el camino sin posibilidad de redención.
La prosa de Nery Santos Gómez es precisa y efectiva, pero no por ello carente de belleza, y posee un “algo” invalorable, o, mejor dicho, poco común: dice mucho con gran economía de lenguaje y lo que dice nos transporta a inusitados mundos que nos tocan en lo profundo. Cada historia de este hermoso libro se queda dando vueltas en la cabeza, y como un enjambre de partículas: chocan aquí y allá, regresan a nosotros una y otra vez, se hacen presentes cuando menos lo sospechamos, nos vapulean los sentidos y las emociones, enlazan con nuestra propia existencia hasta hacer de sus lectores posesos de su prosa, y testigos de excepción de sus relatos.
Sí, efectivamente, los relatos de Al borde de la decencia son para adultos, y no precisamente por la carga de erotismo que alienta a varios de ellos, ya que en muchos otros libros la hallamos (y aún más elevada) sin que se nos anuncie con particular énfasis, sino porque es la adultez la etapa de la vida en la que podemos sopesar, en su justa dimensión ética y estética, lo aquí contado y sin ruborizarnos, sin que volteemos a los lados, sin que se trastoquen nuestros sueños en las alas de lo etéreo. El erotismo de estos relatos no es sobrevenido, ni un ingrediente que la autora puso en su estructura para atraer las miradas, sino que se trata de circunstancias propias del vivir, de hechos que quizás nos toquen a todos, pero de la mano de su ágil pluma podemos desvelar lo oculto y encontrar la clave que ilumine y le otorgue una nueva noción a lo narrado. A veces son sólo miradas y gestos, roces de manos, un final imprevisto o feliz, o tal vez hechos cotidianos que podrían pasar inadvertidos para algunos, pero que, contados desde la primera persona del singular o desde la tercera, que los acerca o los aleja, y con la maestría de la autora, cobran fuerza y sentido y producen gran impacto.
Me agrada la brevedad de los textos que nos presenta Nery Santos Gómez, ya que desde hace tiempo estoy ganado a la síntesis y a la concreción en el hecho literario, primero por la vertiginosidad e instantaneidad de nuestro tiempo, que casi nos obliga a soñar con el imposible don de la ubicuidad, y porque como ya lo he expresado en otros artículos, es lo breve un territorio minado que exige perfección e impacto, oficio y astucia, versatilidad y elegancia. En los textos de largo aliento podemos fallar y nos hacemos perdonar, la gran cantidad de páginas nos permiten este vergonzoso lujo, pero es en el texto breve en el que podemos demostrar el verdadero talento narrativo, y mi querida amiga lo tiene de sobra. Se abre ante ella un camino de aciertos y de éxitos.
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