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El resentimiento, insumo para la destrucción

El resentido al no reconocer su condición, no significa un mercado para los profesionales en el manejo de las conductas; sin embargo, constituye un insumo de gran valor para quienes se especializan en la manipulación dogmática

  • PEDRO ARCILA

27/05/2023 05:00 am

La palabra resentimiento es un término compuesto que integra tres vocablos latinos: el prefijo “Re”, sinónimo de “repetición”; el verbo “sentiré”, equivalente a “sentir” y finalmente el sufijo “miento” que en castellano castizo puede interpretarse como “medio”. Partiendo de un estricto orden etimológico, puede concluirse que, el concepto de “Resentimiento”, se aplica a la “repetición de un sentir como medio para abordar situaciones determinadas”. Así el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española hace la definición como “acción y efecto de resentirse”, que a su vez establece como una de sus acepciones “tener sentimientos, pesar o enojo por algo”.

Para la Academia Americana de Psicología APA (por sus siglas en ingles), es un dolor moral que se produce como consecuencia de una ofensa y agrega que implica una elevada carga emocional que se traduce en enfado, hostilidad, ira y rencor acumulado por la actuación concreta de una persona o grupo de personas, a quienes identifica con un determinado comportamiento en tiempo presente o pasado, y de cuyos hechos su memoria histórica no se circunscribe a lo personal, sino que pudiera tratarse de acontecimientos generacionales reales o mal interpretados. Nietsche lo cataloga como una reacción frente a una vida cuya eternidad y fuerza desbordante la hace ajena a los requerimientos de protección y consuelo, y sentencia –propios del débil.

Aunque el resentimiento no se puede catalogar como una enfermedad mental, -además por sus características-, el resentido al no reconocer su condición, no significa un mercado para los profesionales en el manejo de las conductas; sin embargo, constituye un insumo de gran valor para quienes se especializan en la manipulación dogmática, luego no se hace extraño el que grandes corporaciones inviertan elevadas sumas de dinero, comprometan patrimonios inconmensurables en recursos que coadyuven, a conducir a la raza humana como simples borregos a un destino incierto, marcado por el capricho y el odio a la estructura social existente en su conjunto.

El hombre como ser pensante, tiene la capacidad de adaptarse al medio por hostil que este resulte; las diferencias genéticas, son parte de la riqueza que proporciona la naturaleza en toda la extensión de su creación; por ello, el orgullo de una raza –a pesar de los infortunios vividos -, se proyecta en la marca que su ingenio puede imprimir en pensamientos distintos, no para imponerse, sino para matizar estructuras rígidas creando una simbiosis social que fortalezca la sociedad como estructura que hace necesarias las diferencias en todas sus áreas. La persona con madurez dialéctica no necesita convertir sus gustos, herencia genotípica o creencia religiosa como signo de supremacía; la historia está plagada de como las actitudes supremacistas han ensangrentado la tierra, y han destruido siglos de enseñanzas y culturas que hoy día, la antropología se esfuerza en rescatar de los lugares donde quedaron sembrados por la ignominia:

Los imperios antiguos dejaron aportes a nuestra condición de seres sociables; la llegada de otras culturas fortalecieron el conocimiento; así los árabes trasladaron la medicina y la astronomía al occidente –considerado supremacista -, a la par que la religión fue factor de disociación y elemento que destruyó la convivencia, adversando lo tangible que surgía de la experiencia científica, y convirtiendo en verdad lo intangible a sangre y muerte. De esas experiencias proviene parte del resentimiento actual; más, el desprecio de seres inseguros por su naturaleza, su inclinación ideológica, religiosa e incluso sexual, les hace sentirse con ingente complejos de inferioridad y lejos de vivirlo con orgullo sistémico y dignidad consciente; se esfuerzan por hacer de su condición, raza, o vocación un modo de vida que se imponga a la mayoría; el comunismo fracasado y la doctrina Nazi son ejemplo de lo dañino que tales inclinaciones pudieran resultar para la vida en su conjunto.

Hoy día el mundo civilizado debe activar máximas alertas ante el empeño del poderoso capital que el progresismo invierte para incluir en una sola red, un solo esquema que para ellos significa la “normalidad”, destruyendo la familia, los medios de producción y no digamos la moralidad, -porque el pensamiento libre permite la discusión -, mediante el uso del resentimiento como insumo para arrastrar a la inconformidad que se expresa en grupos minoritarios, en vez que impulsar la convivencia donde se respeten las diferencias aunque no estemos de acuerdo, ni compartamos los mismos criterios. Lo grave de la hora actual radica en que el progresismo –mejor dicho los progresista-, intentan promocionarse como los inventores de la civilización, y para ello hacen uso de capital (que quizás tengan orígenes lícitos), para aventar a ideologías fracasadas para imponerse utilizando a aquellos grupos de mentalidades débiles –aunque se imaginen fuertes -, quienes no han pensado en las ejecutorias de quienes hoy se proclaman sus benefactores, en momentos cuando el poder ha estado bajo su dominio.

Por cierto, es lamentable que algunas especialidades médicas se presten para ser actores; si se quiere protagonistas no solo en la investigación de formas que sustituyan la biología humana, sino además en la adecuación mental de niños y adolescentes hacia patrones de conductas inducidas por la publicidad, de una modernidad construida por artificios de grandes economías y desventuras ideológicas.

Pedroarcila13@gmail.com
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