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El Samán de La Trinidad y de Catuche, tres siglos de resistencia

Han pasado 80 años de aquella sentencia y nuestro árbol sigue allí esperando que un día el Concejo Municipal de Caracas se acuerde de él y le den el tratamiento fitosanitario correspondiente, poda y agua

  • ALBERTO NAVAS

02/02/2023 04:59 am

La antigua Plaza del Panteón Nacional, serena, fresca y sombreada; sirvió de base al estudio madrugador de muchos estudiantes, crepúsculos de enamorados, eventos públicos y actos políticos contra la tiranía gomecista. Unida al Panteón esa plaza era una referencia histórica inigualable, también cercana al célebre Cuartel San Carlos y al Hospital Vargas. Esa Plaza desapareció por la irresponsable visión de construir una Biblioteca Nacional, incrustada en aquel pulmón histórico y vegetal del Norte de Caracas. Solamente sobrevive, hoy, el majestuoso monumento vegetal del Samán de la Trinidad o del Río Catuche, que con sus poderosas ramas parece un coloso que se defiende de la asfixia del concreto, la suciedad de una nueva plaza cuyos jardines secos nadie riega, la polución y los ranchos que con aguas putrefactas asesinan al viejo riachuelo que alguna vez estuvo cargado de guanábanas y mitigó la sed de los caraqueños desde el siglo XVII.

En algún momento entre 1744 y 1753, fue sembrado el hoy sobreviviente Samán de la Trinidad, a orillas del entonces fresco río Catuche, por el Alarife Juan Domingo del Sacramento Infante, quien simultáneamente estaba construyendo a expensas propias el Templo de la Trinidad (base inicial del actual Panteón Nacional) y había encomendado a su amigo, el barbero Hipólito Blanco, le trajese algunas estacas del Samán de Guere desde los Valles de Aragua, uno de los cuales fue sembrado y cuidado en un promontorio ubicado entre el Templo y el señalado Río. Ese monumento vegetal cuata hoy entre 270 y 280 años de edad, y era hijo de ya entonces viejo e histórico Samán de Guere, árbol mágico aragüeño, bajo cuya sombra pasaron conquistadores, colonizadores y revolucionarios venezolanos, entre ellos el propio Bolívar.

Bajo la sombra de nuestro Samán de la Trinidad han reposado: Andrés Bello, Bolívar joven, el Dr. Cecilio de Ávila, el Ingeniero Olegario Meneses, Nicanor Bolet Peraza, Rafael María Baralt, José Rafael Pocaterra, Enrique Bernardo Núñez, el Dr. Juan Ernesto Montenegro y un largo etcétera de ilustres personajes. La Plaza frente al templo y el Samán eran lugar de recreación y sosiego desde el siglo XVIII, allí el Gobernador José Carlos de Agüero (1772-1777) comenzó la construcción del Puente de la Trinidad, incluyendo una fuente y una cruz de bronce. También se recuerda que allí el Gobernador y Capitán General de Venezuela Manuel González Torres de Navarra celebró la primera elevación de un Globo en el Valle de Caracas, además de construir el primer Teatro de Caracas entre las esquinas de Conde a Carmelitas. En un cuadro de Tito Salas se ven representados Bolívar y Bello estudiando y aprendiendo al lado del mágico árbol de Catuche.

Hasta el siglo XX la Plaza del Panteón y el Samán de la Trinidad eran un o de los lugares de recreo del Norte de Caracas. Desde 1941 contaba con un Cine llamado “Alcázar” de fachada morisca, que la daba un tono peculiar al lugar para aquella comunidad pacífica de la Parroquia de Altagracia, donde yo fui bautizado y presentado en 1955. Mucho más tarde, siendo estudiantes del Liceo “Fermín Toro” de Caracas acudíamos a aquella placita verde y misteriosa, más a conversar que a estudiar, sobre novias y las luchas estudiantiles frente al gobierno conservador del Dr. Rafael Caldera.

Pero un fatídico año político el de 1981, bajo el “mojigato” gobierno de Luis Herrera Campins, se dio inicio a la demolición de aquellas maravillas, para comenzar a levantar el monstruoso “Foro Libertador”, que no es foro ni libera a nadie, desaparecen casas, plaza y cine: pero sobrevivió el poderoso Samán de la Trinidad, aún verde y lleno de pajaritos y mariposas, con casi tres siglos a cuestas, se resiste a morir, de una muerte que los “técnicos” anunciaron desde los años de 1940 por estar es sus supuestos años finales. Han pasado 80 años de aquella sentencia y nuestro árbol sigue allí esperando que un día el Concejo Municipal de Caracas se acuerde de él y le den el tratamiento fitosanitario correspondiente, poda y agua. El gobierno nacional debe expropiar y demoler los feos y deteriorados edificios que hoy rodean al Samán y así darle nuevamente vida a la Plaza del Panteón cuyas plantas hoy languidecen de sed, bajo la mirada cercana del sepulcro de Bolívar.
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