Explosión demográfica
Toynbee afirmó que el primer problema de la Humanidad es su destrucción por las armas nucleares. Y el segundo la superpoblación…
A lo sabiamente expresado por el gran historiador y filósofo británico Toynbee, pudiera comentarse que la superpoblación también podría ser tenida y temida como el primer problema de la Humanidad, puesto que siempre ha sido causa de guerras. La superpoblación es un gravísimo problema y aunque parezca increíble –para mí al menos– hace mucho más de dos mil quinientos años le daban más importancia que en algunos países “modernos” o recientes. Pruebas al canto: Confucio (551 AC) enseñó que el crecimiento exagerado de la población puede producir un descenso en el nivel o la calidad de vida. Y pese al inmenso territorio chino, esbozó la noción del óptimo económico de la población y la correspondencia entre superficie y número de habitantes. Así que en la antigua China existió noción de la lucha contra el crecimiento de la población: aumento de mortalidad si insuficiente producción agrícola; la guerra obstaculiza la expansión demográfica; la nupcialidad prematura eleva la mortalidad infantil.
En Grecia, Platón (427 AC) y Aristóteles (384 AC) establecieron correspondencia entre población y riqueza para buscar equilibrio, orden, armonía y belleza. Platón fijó el número ideal de habitantes en la ciudad-estado y la inmigración para mantener ese número rayano en la perfección. Consideró que el excesivo crecimiento engendra pobreza y que para evitarla no procrear más de lo que la situación económica permita. Esta sana prevención de nacimientos, según el sabio griego, también evitaría la guerra. Aristóteles propuso limitar la población de acuerdo con la mortalidad infantil y esterilidad. Superpoblación y pobreza van juntas: “La pobreza es pariente próxima de la revolución y del crimen”. También postuló una noción vaga del óptimo de población y aconsejó el aborto.
Thomas Robert Malthus (1766-1834) es el “primer economista de Cambridge” según John Maynard Keynes, quien nació en Cambridge en 1883 y es el economista más importante del siglo XX. Es considerado Keynes como el padre de la macroeconomía, se formó en Economía en el King's College de Cambridge e impartió clases allí. Citaré dos juicios de Lord John Meinard Keynes en su biografía sobre Malthus y cuanto a lo económico: “La destrucción casi total de la línea de enfoque de Malthus y el dominio completo de Ricardo durante un período de cien años ha sido un desastre para el progreso de la economía” (resaltado mío). (“The almost total obliteration of Malthus line of approach and the complete domination of Ricardo´s for a period of a hundred years has been a disaster to the progress of economics”. Y son también palabras de Lord Keynes: “Si solo Malthus en lugar de Ricardo hubiera sido el padre del que procedía la economía del siglo XIX, ¡qué lugar más sabio y rico sería el mundo hoy!” (resaltado mío): (“If only Malthus instead of Ricardo had been the parent stem from which nineteen century economics proceeded, what a much wiser and richer place the world would be today!)”.
Una vez tan acreditado Malthus por Keynes –nada menos– procedo a referirme a él y a su muy famosa e importante teoría del malthusianismo. Malthus nació en Dorking, cerca de Londres. Abrazó la carrera eclesiástica (fue un clérigo anglicano). Discutiendo con su padre Daniel las teorías de Condorcet y Godwin, nació su decisión de escribir; y de allí entre otros, su famoso “Ensayo sobre el principio de la población, ya que afecta la mejora futura de la sociedad (…)”: (“An essay on the principle of population as it affects the future improvement of society, with remarks on the especulations of Mr. Godwin, M. Condorcet, and other writers”) en donde expone su célebre doctrina, que se basa principalmente en lo siguiente: 1) La población crece en razón geométrica y las subsistencias en razón aritmética; o en todo caso, la primera más rápido que las segundas (sus famosas leyes); y 2) El crecimiento de la población puede verse limitado por frenos “positivos” (vicio y miseria; hambre, guerras, epidemias) y “preventivos” (que resumía en su “moral restraint”: “A restraint from marriage from prudential motives, with a conduct strictly moral during the period of this restraint”, es decir, posposición del matrimonio y continencia prematrimonial, lo cual hoy o en la época moderna es contra naturam y reviste la mayor absurdidad por la píldora y demás métodos anticonceptivos:
La teoría de Malthus fue la de que “La población crece en razón geométrica y los alimentos en razón aritmética”: Los alimentos en una suma de por ejemplo dos más dos más dos, etc. Y la población en una multiplicación de por ejemplo dos por dos por dos, etc. (Hasta un niño lo puede comprobar en un simplicísimo y recomendable juego escrito y de inmediato verá la abismal e impresionante diferencia). Malthus y la doctrina malthusiana ejercieron primero decisiva influencia en el campo biológico, al través de Darwin, quien aplicó las leyes maltusianas de crecimiento a animales y plantas, de lo cual nacieron los principios de lucha por la existencia y selección natural; y después han sido trascendentales en los campos demográfico y económico. Algunos considéranlo el verdadero creador de la Demografía y, en todo caso, puede afirmarse que su obra es de gran importancia porque su sistematización de ideas creó una teoría de la población. La obra de Malthus, al destacar la influencia de la población sobre el porvenir del hombre, contribuyó de modo notable al desarrollo de la ciencia sobre población. Desde que Malthus publicó su “ensayo” (fue mucho más que eso) esta ciencia no ha cesado de progresar.
El neomaltusianismo se diferencia del maltusianismo en que éste no recomienda la contracepción por métodos artificiales (y por el contrario los condena) y el neomaltusianismo sí la recomienda. Fue constituido ya desde la primera mitad del siglo XIX por precursores del movimiento del control de natalidad (“birth control”) llamados neomalthusianos por basarse en la teoría malthusiana de la población: Charles Bradlaugh y Anne Besant fueron enjuiciados en 1877-78, con un increíble salvajismo que más bien precipitó el movimiento de “birth control”. Ya desde mediados del siglo XIX hasta la primera década del XX van apareciendo las ligas malthusianas y neomalthusianas, que al fin y al cabo confúndense con el movimiento del “birth control” o control de natalidad. La primera clínica para control de natalidad en el mundo fue establecida por Aletta Jacob en Amsterdam entre 1878 y 1882. La más notable figura del movimiento “birth control” es Margaret Sanger, autora de dicha denominación y quien murió en 1966. Ella fundó numerosos centros al respecto y en 1916 la primera clínica de “birth control” en EEUU.
A diferencia del neomalthusianismo, el “birth control” y sus expresiones más modernas –Paternidad Planificada, Procreación Conciente o Responsable y en la actualidad Planificación Familiar– no se basan en la teoría malthusiana de la población, ni en argumentos económicos, sino en razones médico-sociales, con fines de protección a la salud de la mujer, de la madre, de la prole y de la familia.
Esto último es muy difícil de entender, para mí al menos, porque si bien es absolutamente cierto y justo que deban imperar tales razones médico-sociales, es del todo incomprensible que no deban también concurrir aquellos evidentes, potísimos e irrebatibles argumentos económicos.
En otras teorías y doctrinas sobre el tema, se observa a Paul Leroy-Beaulieu expresar que la verdadera ley de población es que la natalidad varía en razón inversa del grado de civilización. En la ley de capilaridad social, Arsene Dumont se refiere a las probabilidades de ascenso que el régimen democrático abre a cada individuo, pero que las cargas de familia tienden a restringir.
Los socialistas, al principiar el siglo XIX, eran antimalthusianos (los socialistas utópicos, en la voz de Godwin y Condorcet, ya lo eran desde antes de Malthus ser tan famoso. Recuérdense las invectivas de Prudhon contra Malthus; pero a través de los socialdemócratas, anarquistas o libertarios (así llaman los criollos a los liberales principiando –como es natural– por Simón Bolívar) ya a fines del siglo XIX habían cambiado de opinión y recomendaban la “huelga de vientres” contra la “carne de cañón” que alimenta guerras e imperialismo; y contra la “carne de trabajo” que propicia las bajas de salario y favorece el capitalismo.
En la segunda mitad del siglo XIX el malthusianismo deja de ser propiamente conservador y se inicia la escisión entre socialistas reformistas o anarquistas y los comunistas, con la formación de grupos sociales ultramalthusianos como los social demócratas y libertarios. Según Alfred Sauvy –el non plus ultra de la demografía en Francia– conviene distinguir entre doctrina marxista y actitud comunista. La doctrina marxista clásica u ortodoxa antimalthusiana, sobre la base ortodoxa, se funda de forma principal en lo expuesto por Carlos Marx y sus discípulos en la “Ley de Población” de El Capital, como parte de la ley general de la acumulación capitalista, y al explicar la formación de las tres clases de superpoblación relativa y del ejército industrial de reserva, así como de la formación del pauperismo. Puede sintetizarse esta doctrina diciendo que la superpoblación relativa es enfermedad propia de las estructuras capitalistas, que no podría existir en el mundo socialista ni por tanto su remedio de reducción de la natalidad. Según Sauvy esa doctrina sufrió un doble mentís en Polonia y Hungría. Marx reconoció que cada sistema histórico de producción tiene sus leyes de población propias y adecuadas. La doctrina marxista ortodoxa tuvo una revisión profunda por prominentes demógrafos marxistas.
La Iglesia Católica ha influido muy negativamente en el muy grave problema, fulminando con santa cólera terribles condenas a quienes quieran controlar la natalidad, con la preclara excepción de dos Papas. Desde que alboreó la vida eclesiástica impuso esa Iglesia el mandato “Creced y multiplicaos”, en rotunda contradicción con su antinatural orden de castidad: para esta muy extendida religión sólo el sacramento matrimonial justifica la natural brama del sexo. Sin embargo, el 31 de diciembre de 1930, el Papa Pío XI promulgó su “Casti Connubii” sobre el matrimonio cristiano, encíclica ésta en que establece la procreación como un “derecho exclusivo del matrimonio” y ¿sin querer? abrió el camino hacia el visto bueno de la contracepción natural. En 1951, el ilustre Pontífice Pío XII hubo de revivir y clarificar de modo tajante en dos alocuciones –hoy famosas– los principios establecidos por su antecesor en aquella “Casti Connubii”, acerca de una tendencia a la aceptación del método natural (“método del ritmo” de Ogino y Knaus) de control de natalidad. (Una vez me dijo el sabio médico Enrique Benaím Pinto que él había visto “muchos ‘oginitos’ ”). En efecto, en la alocución del 29 de octubre de 1951 (reafirmada por otra del 28 de noviembre del mismo año) Pío XII refirióse así a la procreación:
“De esta prestación positiva obligatoria pueden eximir, incluso por largo tiempo, y hasta por la duración entera del matrimonio, serios motivos, como los que no raras veces existen en la llamada indicación médica, eugenésica, económica y social. De aquí se sigue que la observancia de los tiempos infecundos puede ser lícita bajo el aspecto moral; y en las condiciones mencionadas es realmente tal”.
Pío XII, con significativa clarividencia, aludió en tales alocuciones a las investigaciones que ya habíanse iniciado sobre esteroides, probablemente reguladores del ciclo ovular o fijadores de la ovulación; o presuntamente modificadores de la fertilidad y la esterilidad. Sus palabras, para todo buen entendedor, equivalían a desbrozar el camino para aceptar la contracepción artificial. Ésta es la esencia de la actual doctrina católica sobre la materia, que persiste en condenar (con excepción de los casados) y con la mayor absurdidad el goce primaveral –y no tan primaveral– y muy humano de la sexualidad, que para los solteros, divorciados y viudos no es ningún pecado ni crimen y, en todo caso, lo serían no de los seres humanos que nacieron con ese ingénito instinto.
En todo caso y en atención a la inmensa cantidad de católicos venezolanos, puntualizo en resumen la actual doctrina de la Iglesia Católica: 1) El fin primario del matrimonio es la procreación y educar a la prole: “Procreatio et educatio prolis”; 2) Se prohíben los métodos artificiales para el control de la natalidad; 3) Se acepta y permite el control de la natalidad por el método natural o rítmico, ante indicaciones médicas, eugenésicas, económicas y sociales, para la regulación de la prole en el matrimonio; 4) El Estado puede intervenir en este campo para proporcionar información y tomar medidas. La Iglesia patrocina hoy, directa o indirectamente, en distintas partes del mundo, diversas organizaciones, centros o servicios de planificación familiar, en las que desde luego no se aplica sino el método natural.
En suma: El gran problema del crecimiento demográfico no planificado –no menos visible pero no menos inmediato– amenaza al mundo. Para el año 2021 la población humana era de ¡¡7.888 miles de millones!! Pero los recursos son limitados. Es un esencial derecho humano el que las personas tengan el conocimiento y los medios para planear sus familias y sus vidas, así como decidir si y cuántos hijos tener razonablemente. El crecimiento demográfico demasiado rápido impide o frustra seriamente los esfuerzos para que haya suficiente alimentación; elevar el nivel de vida, mejorar la educación; hacer progresar el saneamiento y la salud; proporcionar mejor vivienda y transporte; así como promover oportunidades culturales y recreacionales, dentro de las cuales ocupa lugar preeminente el deporte. En este punto permítaseme una digresión para saludar con mucho beneplácito la inminente inauguración (con la Serie del Caribe) del magnífico estadio de béisbol en Caracas, al cual se bautizó con el nombre del con mucho cariño y admiración recordado lanzador y grandeliga Néstor “látigo” Chávez, cuya vida se truncó por desgracia en un trágico accidente aéreo, a tan sólo veintiún años de vida. Empero, y con todo el debido respeto, creo que por obvias razones a ese monumental estadio se le ha debido poner el nombre de Luis Aparicio.
La muy humana aspiración de las gentes en el universo mundo está siendo deteriorada y frustrada por tan ingente problema demográfico. Y por lo tanto debe ser tenido como un problema principal a tratar por todos los gobiernos, en planes nacionales de largo alcance, para poder coronar las aspiraciones de sus pueblos. La planificación familiar es para íntegramente valorar la vida humana y no para urdir su restricción. Se anhela lograr la paz del ser humano, de las familias y así liberar al hombre para que pueda desplegar todas sus potencialidades y lograr su dignidad personal, así como la de su grupo familiar. la paz mundial, por lo demás, está gravísimamente amenazada por el crecimiento poblacional, que es un terrible desafío a la felicidad de las gentes de todas partes.
Y ¿qué se ha hecho en Venezuela para enfrentar ese gravísimo peligro implícito en esa desmesurada marea humana? Nada o muy poco se habló nunca de un asunto de tánta monta, ni en la Administración Pública ni en niveles universitarios, ni científicos o académicos, hasta que en 1965 y bajo el Gobierno del presidente Dr. Raúl Leoni, el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social tuvo el notable acierto de fundar la División de Población, que por vez primera en el país se incorporó a la Administración Sanitaria ejercida por ese Ministerio y fundó los primeros servicios al efecto. Todo ello introdujo la Planificación Familiar en la administración sanitaria nacional y contribuyó a la formación de un cuerpo de doctrina en el campo médico demográfico, lo cual fue de inmensa importancia por la enorme gravedad del problema poblacional en el mundo, y dada la violenta y harto preocupante explosión demográfica que vivía Venezuela en esa época y porque propició que comenzara el descenso de la natalidad. Como las solas medidas oficiales eran exiguas en proporción al muy grave problema nacional y no hubo apoyo del sector privado –como lo reconoció la conclusión N° 4 del III Congreso Venezolano de Salud Pública en la ponencia sobre la población venezolana– eminentes sanitaristas y otros médicos muy prestigiosos, como los Dres. Oscar Agüero y Enrique Benaím Pinto, fundaron una asociación “que trabaje para el desarrollo de la Planificación Familiar en Venezuela”, presidida por el mismo Dr. Agüero. Pero con la llegada al Gobierno de COPEI, creo que en la presidencia del Dr. Luis Herrera Campíns, y la incorporación al Ministerio de Sanidad de unos santones que con furia y en nombre de su religión abominaban la píldora, se ¡¡clausuró!! aquella sanitaria y salutífera División de Población y Venezuela otra vez cayó víctima del oscurantismo e ignorancia supina…
Tan lamentable estado de la cuestión, tiene otra vertiente verdaderamente lamentable e injusta: la mujer queda aún más indefensa pese a ser la única que en la pareja corre o puede correr peligro por el embarazo y parto e incluso de muerte. Es imperativo el reconocer a la mujer el derecho a controlar su propia natalidad. También hay un áureo principio de salud pública según el cual “es preferible que el hijo abortado no hubiera sido concebido”; pero contra esto tan justo y elemental, conspiran aquellos que se oponen al control de natalidad, cuya inexistencia o abandono es causa de muchos embarazos no deseados y muchos constituyen peligro para la madre y hasta de muerte. Ellos son culpables de esos luctuosos resultados por eso y en abortos clandestinos. Aquí es oportuno el recordar aquella frase del filósofo español Fernando Savater acerca de la dureza de la vida pese a la buena relación interpersonal, con esta conclusión: “Si ya es un problema vivir cuando uno es querido, cómo será vivir cuando no lo quieran a uno”.
Y máxime en países cuya atrasada legislación penal no permite el aborto y lo criminaliza excepto por peligro a la embarazada: esta injusticia agrava en grado sumo la falta de un control de natalidad adecuado y de la congrua información a la ciudadanía al respecto, sobre todo a las mujeres. Es deplorable que en Venezuela no haya una moderna política de población y que a nadie parezca preocuparle el problema de la superpoblación. Incluso el presidente Chávez llegó a clamar en tono perentorio o al menos dramático que “¡¡hay que pedir a las mujeres que tengan más hijos!!”… Del actual Gobierno venezolano se sabe que hay algunas esporádicas y tímidas iniciativas para evitar los embarazos no deseados y para la consiguiente regulación de nacimientos; pero creo –no estoy seguro– que el Presidente Maduro nunca ha hablado del tema y tampoco su ministro “de la Salud” ni los otros ministros. El criterio de los criollos sobre el tema falla en su origen porque hacen la relación entre población y territorio, lo cual es un craso error porque la relación debe hacerse no así (entre población y territorio) sino entre población y recursos: para poner un ejemplo algo pedestre –por su insubstancialidad– repárese en que en Caracas casi no hay dónde estacionarse porque la mayoría de los estacionamientos dicen estar llenos y no tener más puestos al efecto. Y lo mismo pasa (pudiéranse hacer valer muchos ejemplos más) con necesidades de bastante mayor importancia como los atinentes a puestos en hospitales públicos y aun en clínicas privadas. O respecto a puestos o cupos en universidades públicas y hasta privadas…
aaf.yorga@gmail.com
En Grecia, Platón (427 AC) y Aristóteles (384 AC) establecieron correspondencia entre población y riqueza para buscar equilibrio, orden, armonía y belleza. Platón fijó el número ideal de habitantes en la ciudad-estado y la inmigración para mantener ese número rayano en la perfección. Consideró que el excesivo crecimiento engendra pobreza y que para evitarla no procrear más de lo que la situación económica permita. Esta sana prevención de nacimientos, según el sabio griego, también evitaría la guerra. Aristóteles propuso limitar la población de acuerdo con la mortalidad infantil y esterilidad. Superpoblación y pobreza van juntas: “La pobreza es pariente próxima de la revolución y del crimen”. También postuló una noción vaga del óptimo de población y aconsejó el aborto.
Thomas Robert Malthus (1766-1834) es el “primer economista de Cambridge” según John Maynard Keynes, quien nació en Cambridge en 1883 y es el economista más importante del siglo XX. Es considerado Keynes como el padre de la macroeconomía, se formó en Economía en el King's College de Cambridge e impartió clases allí. Citaré dos juicios de Lord John Meinard Keynes en su biografía sobre Malthus y cuanto a lo económico: “La destrucción casi total de la línea de enfoque de Malthus y el dominio completo de Ricardo durante un período de cien años ha sido un desastre para el progreso de la economía” (resaltado mío). (“The almost total obliteration of Malthus line of approach and the complete domination of Ricardo´s for a period of a hundred years has been a disaster to the progress of economics”. Y son también palabras de Lord Keynes: “Si solo Malthus en lugar de Ricardo hubiera sido el padre del que procedía la economía del siglo XIX, ¡qué lugar más sabio y rico sería el mundo hoy!” (resaltado mío): (“If only Malthus instead of Ricardo had been the parent stem from which nineteen century economics proceeded, what a much wiser and richer place the world would be today!)”.
Una vez tan acreditado Malthus por Keynes –nada menos– procedo a referirme a él y a su muy famosa e importante teoría del malthusianismo. Malthus nació en Dorking, cerca de Londres. Abrazó la carrera eclesiástica (fue un clérigo anglicano). Discutiendo con su padre Daniel las teorías de Condorcet y Godwin, nació su decisión de escribir; y de allí entre otros, su famoso “Ensayo sobre el principio de la población, ya que afecta la mejora futura de la sociedad (…)”: (“An essay on the principle of population as it affects the future improvement of society, with remarks on the especulations of Mr. Godwin, M. Condorcet, and other writers”) en donde expone su célebre doctrina, que se basa principalmente en lo siguiente: 1) La población crece en razón geométrica y las subsistencias en razón aritmética; o en todo caso, la primera más rápido que las segundas (sus famosas leyes); y 2) El crecimiento de la población puede verse limitado por frenos “positivos” (vicio y miseria; hambre, guerras, epidemias) y “preventivos” (que resumía en su “moral restraint”: “A restraint from marriage from prudential motives, with a conduct strictly moral during the period of this restraint”, es decir, posposición del matrimonio y continencia prematrimonial, lo cual hoy o en la época moderna es contra naturam y reviste la mayor absurdidad por la píldora y demás métodos anticonceptivos:
La teoría de Malthus fue la de que “La población crece en razón geométrica y los alimentos en razón aritmética”: Los alimentos en una suma de por ejemplo dos más dos más dos, etc. Y la población en una multiplicación de por ejemplo dos por dos por dos, etc. (Hasta un niño lo puede comprobar en un simplicísimo y recomendable juego escrito y de inmediato verá la abismal e impresionante diferencia). Malthus y la doctrina malthusiana ejercieron primero decisiva influencia en el campo biológico, al través de Darwin, quien aplicó las leyes maltusianas de crecimiento a animales y plantas, de lo cual nacieron los principios de lucha por la existencia y selección natural; y después han sido trascendentales en los campos demográfico y económico. Algunos considéranlo el verdadero creador de la Demografía y, en todo caso, puede afirmarse que su obra es de gran importancia porque su sistematización de ideas creó una teoría de la población. La obra de Malthus, al destacar la influencia de la población sobre el porvenir del hombre, contribuyó de modo notable al desarrollo de la ciencia sobre población. Desde que Malthus publicó su “ensayo” (fue mucho más que eso) esta ciencia no ha cesado de progresar.
El neomaltusianismo se diferencia del maltusianismo en que éste no recomienda la contracepción por métodos artificiales (y por el contrario los condena) y el neomaltusianismo sí la recomienda. Fue constituido ya desde la primera mitad del siglo XIX por precursores del movimiento del control de natalidad (“birth control”) llamados neomalthusianos por basarse en la teoría malthusiana de la población: Charles Bradlaugh y Anne Besant fueron enjuiciados en 1877-78, con un increíble salvajismo que más bien precipitó el movimiento de “birth control”. Ya desde mediados del siglo XIX hasta la primera década del XX van apareciendo las ligas malthusianas y neomalthusianas, que al fin y al cabo confúndense con el movimiento del “birth control” o control de natalidad. La primera clínica para control de natalidad en el mundo fue establecida por Aletta Jacob en Amsterdam entre 1878 y 1882. La más notable figura del movimiento “birth control” es Margaret Sanger, autora de dicha denominación y quien murió en 1966. Ella fundó numerosos centros al respecto y en 1916 la primera clínica de “birth control” en EEUU.
A diferencia del neomalthusianismo, el “birth control” y sus expresiones más modernas –Paternidad Planificada, Procreación Conciente o Responsable y en la actualidad Planificación Familiar– no se basan en la teoría malthusiana de la población, ni en argumentos económicos, sino en razones médico-sociales, con fines de protección a la salud de la mujer, de la madre, de la prole y de la familia.
Esto último es muy difícil de entender, para mí al menos, porque si bien es absolutamente cierto y justo que deban imperar tales razones médico-sociales, es del todo incomprensible que no deban también concurrir aquellos evidentes, potísimos e irrebatibles argumentos económicos.
En otras teorías y doctrinas sobre el tema, se observa a Paul Leroy-Beaulieu expresar que la verdadera ley de población es que la natalidad varía en razón inversa del grado de civilización. En la ley de capilaridad social, Arsene Dumont se refiere a las probabilidades de ascenso que el régimen democrático abre a cada individuo, pero que las cargas de familia tienden a restringir.
Los socialistas, al principiar el siglo XIX, eran antimalthusianos (los socialistas utópicos, en la voz de Godwin y Condorcet, ya lo eran desde antes de Malthus ser tan famoso. Recuérdense las invectivas de Prudhon contra Malthus; pero a través de los socialdemócratas, anarquistas o libertarios (así llaman los criollos a los liberales principiando –como es natural– por Simón Bolívar) ya a fines del siglo XIX habían cambiado de opinión y recomendaban la “huelga de vientres” contra la “carne de cañón” que alimenta guerras e imperialismo; y contra la “carne de trabajo” que propicia las bajas de salario y favorece el capitalismo.
En la segunda mitad del siglo XIX el malthusianismo deja de ser propiamente conservador y se inicia la escisión entre socialistas reformistas o anarquistas y los comunistas, con la formación de grupos sociales ultramalthusianos como los social demócratas y libertarios. Según Alfred Sauvy –el non plus ultra de la demografía en Francia– conviene distinguir entre doctrina marxista y actitud comunista. La doctrina marxista clásica u ortodoxa antimalthusiana, sobre la base ortodoxa, se funda de forma principal en lo expuesto por Carlos Marx y sus discípulos en la “Ley de Población” de El Capital, como parte de la ley general de la acumulación capitalista, y al explicar la formación de las tres clases de superpoblación relativa y del ejército industrial de reserva, así como de la formación del pauperismo. Puede sintetizarse esta doctrina diciendo que la superpoblación relativa es enfermedad propia de las estructuras capitalistas, que no podría existir en el mundo socialista ni por tanto su remedio de reducción de la natalidad. Según Sauvy esa doctrina sufrió un doble mentís en Polonia y Hungría. Marx reconoció que cada sistema histórico de producción tiene sus leyes de población propias y adecuadas. La doctrina marxista ortodoxa tuvo una revisión profunda por prominentes demógrafos marxistas.
La Iglesia Católica ha influido muy negativamente en el muy grave problema, fulminando con santa cólera terribles condenas a quienes quieran controlar la natalidad, con la preclara excepción de dos Papas. Desde que alboreó la vida eclesiástica impuso esa Iglesia el mandato “Creced y multiplicaos”, en rotunda contradicción con su antinatural orden de castidad: para esta muy extendida religión sólo el sacramento matrimonial justifica la natural brama del sexo. Sin embargo, el 31 de diciembre de 1930, el Papa Pío XI promulgó su “Casti Connubii” sobre el matrimonio cristiano, encíclica ésta en que establece la procreación como un “derecho exclusivo del matrimonio” y ¿sin querer? abrió el camino hacia el visto bueno de la contracepción natural. En 1951, el ilustre Pontífice Pío XII hubo de revivir y clarificar de modo tajante en dos alocuciones –hoy famosas– los principios establecidos por su antecesor en aquella “Casti Connubii”, acerca de una tendencia a la aceptación del método natural (“método del ritmo” de Ogino y Knaus) de control de natalidad. (Una vez me dijo el sabio médico Enrique Benaím Pinto que él había visto “muchos ‘oginitos’ ”). En efecto, en la alocución del 29 de octubre de 1951 (reafirmada por otra del 28 de noviembre del mismo año) Pío XII refirióse así a la procreación:
“De esta prestación positiva obligatoria pueden eximir, incluso por largo tiempo, y hasta por la duración entera del matrimonio, serios motivos, como los que no raras veces existen en la llamada indicación médica, eugenésica, económica y social. De aquí se sigue que la observancia de los tiempos infecundos puede ser lícita bajo el aspecto moral; y en las condiciones mencionadas es realmente tal”.
Pío XII, con significativa clarividencia, aludió en tales alocuciones a las investigaciones que ya habíanse iniciado sobre esteroides, probablemente reguladores del ciclo ovular o fijadores de la ovulación; o presuntamente modificadores de la fertilidad y la esterilidad. Sus palabras, para todo buen entendedor, equivalían a desbrozar el camino para aceptar la contracepción artificial. Ésta es la esencia de la actual doctrina católica sobre la materia, que persiste en condenar (con excepción de los casados) y con la mayor absurdidad el goce primaveral –y no tan primaveral– y muy humano de la sexualidad, que para los solteros, divorciados y viudos no es ningún pecado ni crimen y, en todo caso, lo serían no de los seres humanos que nacieron con ese ingénito instinto.
En todo caso y en atención a la inmensa cantidad de católicos venezolanos, puntualizo en resumen la actual doctrina de la Iglesia Católica: 1) El fin primario del matrimonio es la procreación y educar a la prole: “Procreatio et educatio prolis”; 2) Se prohíben los métodos artificiales para el control de la natalidad; 3) Se acepta y permite el control de la natalidad por el método natural o rítmico, ante indicaciones médicas, eugenésicas, económicas y sociales, para la regulación de la prole en el matrimonio; 4) El Estado puede intervenir en este campo para proporcionar información y tomar medidas. La Iglesia patrocina hoy, directa o indirectamente, en distintas partes del mundo, diversas organizaciones, centros o servicios de planificación familiar, en las que desde luego no se aplica sino el método natural.
En suma: El gran problema del crecimiento demográfico no planificado –no menos visible pero no menos inmediato– amenaza al mundo. Para el año 2021 la población humana era de ¡¡7.888 miles de millones!! Pero los recursos son limitados. Es un esencial derecho humano el que las personas tengan el conocimiento y los medios para planear sus familias y sus vidas, así como decidir si y cuántos hijos tener razonablemente. El crecimiento demográfico demasiado rápido impide o frustra seriamente los esfuerzos para que haya suficiente alimentación; elevar el nivel de vida, mejorar la educación; hacer progresar el saneamiento y la salud; proporcionar mejor vivienda y transporte; así como promover oportunidades culturales y recreacionales, dentro de las cuales ocupa lugar preeminente el deporte. En este punto permítaseme una digresión para saludar con mucho beneplácito la inminente inauguración (con la Serie del Caribe) del magnífico estadio de béisbol en Caracas, al cual se bautizó con el nombre del con mucho cariño y admiración recordado lanzador y grandeliga Néstor “látigo” Chávez, cuya vida se truncó por desgracia en un trágico accidente aéreo, a tan sólo veintiún años de vida. Empero, y con todo el debido respeto, creo que por obvias razones a ese monumental estadio se le ha debido poner el nombre de Luis Aparicio.
La muy humana aspiración de las gentes en el universo mundo está siendo deteriorada y frustrada por tan ingente problema demográfico. Y por lo tanto debe ser tenido como un problema principal a tratar por todos los gobiernos, en planes nacionales de largo alcance, para poder coronar las aspiraciones de sus pueblos. La planificación familiar es para íntegramente valorar la vida humana y no para urdir su restricción. Se anhela lograr la paz del ser humano, de las familias y así liberar al hombre para que pueda desplegar todas sus potencialidades y lograr su dignidad personal, así como la de su grupo familiar. la paz mundial, por lo demás, está gravísimamente amenazada por el crecimiento poblacional, que es un terrible desafío a la felicidad de las gentes de todas partes.
Y ¿qué se ha hecho en Venezuela para enfrentar ese gravísimo peligro implícito en esa desmesurada marea humana? Nada o muy poco se habló nunca de un asunto de tánta monta, ni en la Administración Pública ni en niveles universitarios, ni científicos o académicos, hasta que en 1965 y bajo el Gobierno del presidente Dr. Raúl Leoni, el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social tuvo el notable acierto de fundar la División de Población, que por vez primera en el país se incorporó a la Administración Sanitaria ejercida por ese Ministerio y fundó los primeros servicios al efecto. Todo ello introdujo la Planificación Familiar en la administración sanitaria nacional y contribuyó a la formación de un cuerpo de doctrina en el campo médico demográfico, lo cual fue de inmensa importancia por la enorme gravedad del problema poblacional en el mundo, y dada la violenta y harto preocupante explosión demográfica que vivía Venezuela en esa época y porque propició que comenzara el descenso de la natalidad. Como las solas medidas oficiales eran exiguas en proporción al muy grave problema nacional y no hubo apoyo del sector privado –como lo reconoció la conclusión N° 4 del III Congreso Venezolano de Salud Pública en la ponencia sobre la población venezolana– eminentes sanitaristas y otros médicos muy prestigiosos, como los Dres. Oscar Agüero y Enrique Benaím Pinto, fundaron una asociación “que trabaje para el desarrollo de la Planificación Familiar en Venezuela”, presidida por el mismo Dr. Agüero. Pero con la llegada al Gobierno de COPEI, creo que en la presidencia del Dr. Luis Herrera Campíns, y la incorporación al Ministerio de Sanidad de unos santones que con furia y en nombre de su religión abominaban la píldora, se ¡¡clausuró!! aquella sanitaria y salutífera División de Población y Venezuela otra vez cayó víctima del oscurantismo e ignorancia supina…
Tan lamentable estado de la cuestión, tiene otra vertiente verdaderamente lamentable e injusta: la mujer queda aún más indefensa pese a ser la única que en la pareja corre o puede correr peligro por el embarazo y parto e incluso de muerte. Es imperativo el reconocer a la mujer el derecho a controlar su propia natalidad. También hay un áureo principio de salud pública según el cual “es preferible que el hijo abortado no hubiera sido concebido”; pero contra esto tan justo y elemental, conspiran aquellos que se oponen al control de natalidad, cuya inexistencia o abandono es causa de muchos embarazos no deseados y muchos constituyen peligro para la madre y hasta de muerte. Ellos son culpables de esos luctuosos resultados por eso y en abortos clandestinos. Aquí es oportuno el recordar aquella frase del filósofo español Fernando Savater acerca de la dureza de la vida pese a la buena relación interpersonal, con esta conclusión: “Si ya es un problema vivir cuando uno es querido, cómo será vivir cuando no lo quieran a uno”.
Y máxime en países cuya atrasada legislación penal no permite el aborto y lo criminaliza excepto por peligro a la embarazada: esta injusticia agrava en grado sumo la falta de un control de natalidad adecuado y de la congrua información a la ciudadanía al respecto, sobre todo a las mujeres. Es deplorable que en Venezuela no haya una moderna política de población y que a nadie parezca preocuparle el problema de la superpoblación. Incluso el presidente Chávez llegó a clamar en tono perentorio o al menos dramático que “¡¡hay que pedir a las mujeres que tengan más hijos!!”… Del actual Gobierno venezolano se sabe que hay algunas esporádicas y tímidas iniciativas para evitar los embarazos no deseados y para la consiguiente regulación de nacimientos; pero creo –no estoy seguro– que el Presidente Maduro nunca ha hablado del tema y tampoco su ministro “de la Salud” ni los otros ministros. El criterio de los criollos sobre el tema falla en su origen porque hacen la relación entre población y territorio, lo cual es un craso error porque la relación debe hacerse no así (entre población y territorio) sino entre población y recursos: para poner un ejemplo algo pedestre –por su insubstancialidad– repárese en que en Caracas casi no hay dónde estacionarse porque la mayoría de los estacionamientos dicen estar llenos y no tener más puestos al efecto. Y lo mismo pasa (pudiéranse hacer valer muchos ejemplos más) con necesidades de bastante mayor importancia como los atinentes a puestos en hospitales públicos y aun en clínicas privadas. O respecto a puestos o cupos en universidades públicas y hasta privadas…
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