Apóstoles y Doctores del Penco
Resulta inconcebible que un narrador de noticias televisivas resalte titulares de prensa, en los cuales se atribuya la desviación del fenómeno de nuestras costas a personeros determinados...
Cuando la Real Academia de la Lengua Española creada en 1713 culmina su primer objetivo: la publicación de la primera edición de su diccionario en 1780, incluye 46.000 palabras para su reconocimiento universal por la gramática castellana. Desde entonces hasta la fecha se han realizado 3.836 modificaciones hasta llegar a la última actualización en 2021; donde se recogen 93.111 vocablos, con 195.439 entradas o acepciones, y de cuyo contenido 19.000 (10%) son americanismos
La riqueza de la lengua más polifónica del planeta, permite referirse a un mismo objeto o figura con decenas de expresiones; haciendo del uso de sinónimos un arte en su expresión y una ciencia en su contenido. Al mismo tiempo; la extensa oferta de acepciones, moderniza y hace encajar en diferentes escenarios, palabras en cuyo origen o etimología connotaban un sentido distinto a la prolija interpretación moderna.
La palabra Penco (una expresión de acepción americanista), puede tener muchos significados, al mismo tiempo en su versión coloquial abunda en sinónimos; formas de identificación de la figura del mal, que incluyen de acuerdo a la zona geográfica y al gentilicio apreciaciones que abarcan desde el temor, pasando por la curiosidad, hasta llegar a los extremos de la adoración fanática en todos los niveles de la convivencia ciudadana y en la totalidad de los círculos profesionales, intelectuales, e incluso en el núcleo básico de la sociedad cual es la familia. A tales efectos, Penco, Luzbel, Mefistoles, Satán o cualquiera de sus nombres circunstanciales, se convierte en un referente permanente en cualquier acto de la vida de muchos.
El término Doctor, vocablo de origen latino; de cuya etimología se recuerda: “El que cura” o “usted me enseña a vivir sano”; originalmente se aplicaba a los médicos o a los sacerdotes. Con el paso de los años la palabra fue acogida por la academia como signo de modernidad, y con ello se identificó a aquellos que se supone alcanzan el máximo escalón de un área del conocimiento; en tal sentido con la realización de una tesis doctoral (sobre un renglón específico) se concede el título doctorado como reconocimiento a la individualidad que resalta sobre los demás mortales (en su materia). Posteriormente, aparecieron los títulos honoríficos: Doctorados Honoris Causa, una manera de reconocer a individuos excepcionales para su época y su entorno.
El concepto de Apóstol, palabra proveniente del griego, traducido como “buenas noticias”; por centurias se asoció a la fe cristiana. Su significado: enviado, propagador, o predicador identificó a los doce discípulos de Jesús de Nazaret, con la incorporación de años más tarde a dos que no fueron parte del equipo original: Pablo de Tarso y Bernabé. Con las acepciones gramaticales, el Apóstol se convirtió en “persona que propaga una idea o doctrina”, y se institucionalizaron sectas, grupos, organizaciones con fines políticos, cofradías mercantilistas y hasta corporaciones de criminales organizados, que se auto calificaron como Apóstoles en una nueva era.
Queda claro que los conceptos varían. La academia se identifica con las “necesidades” del progreso y hoy día el planeta está superpoblándose de DOCTORES, tesistas doctorales y post-doctorales en los temas más inverosímiles; es decir intelectuales fragmentarios: con mucho conocimiento de poco y poco conocimiento de mucho. Algunos de estas “eminencias” del conocimiento son de gran atractivo para engrosar las líneas de acción, el frente selecto para la alienación social, que los conduce a convertirse en Apóstoles de ideas indigeribles por seres pensantes; pero que tiene su arsenal presto en los sistemas masivos de divulgación nacional e internacional.
Hoy día se observan líneas editoriales insistentes y bien diseñadas por canales de la televisión internacional atractivas por su política de entretenimiento, donde se vende como necesidad de “celebrar con orgullo” pautas de comportamiento que desdicen de la estructura familiar como base de una sociedad civilizada, incluyendo deformaciones que para los Apóstoles tiene el objeto de reducir la población. Otra función de los nuevos apostolados es la conversión de valores espirituales, esencia de la moralidad y el recato conductual en página pasada, noticia de ayer, para sustituirlas por nuevos esquemas de pensamiento; suprimir las tradiciones y convertir la idea del bien y el mal en franquicia de nuevas figuras como referentes espirituales.
Escuchar en una sesión parlamentaria (ocurrió en Venezuela hace unos años y Argentina recientemente), a fanáticos de nuevo cuño sustituir la Oración del Padre Nuestro en su letra, para colocar en el petitorio a un mortal (con afectos y defectos) es un acto del ameperrismo exacerbado, y de desprecio por los sentimientos cristianos de la población a quien dicen representar. Aún más, luego de la alarma por ciclón que se produjo en Venezuela durante esta semana, resulta inconcebible que un narrador de noticias televisivas resalte titulares de prensa, en los cuales se atribuya la desviación del fenómeno de nuestras costas a personeros determinados. Si para Marx la religión es “el opio de los pueblos”; y para otros Dios no existe y puede ser sustituido por quienes ejercen el poder político; no es una teoría, tampoco un reclamo hacia quienes se creen por encima de la naturaleza. Sin lugar a dudas en su objetivo de destruir los valores espirituales, la familia y las democracias, el Penco cuenta con muchos Apóstoles con doctorados.
Pedroarcila13@gmail.com
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