La Corona de Espinas de Cristo
Hay documentos de San Paulino de Nola, patrón de los campaneros, que indican que esa corona estaba en la basílica de Sion de Jerusalén por el año 409
La tradición cristiana nos dice que Jesucristo dio su vida por todos los hombres, y con sus prédicas fundó la iglesia. La Pasión de Cristo fue un pasaje increíble de agonía y sufrimiento que padeció Jesús en sus últimas horas de su vida terrenal. Toda la cristiandad conmemora esos momentos de consternación, celebrando la Semana Santa con actividades litúrgicas alrededor del mundo.
El Evangelio de San Juan describe cómo fueron los momentos finales de Jesús. El santo narra cómo las patrullas enviadas por los fariseos entraron al sitio donde se encontraba Jesús, que encontraron siguiendo las indicaciones del traicionero Judas. Al llegar, el Mesías les preguntó: ¿A quién buscan?, aún sabiendo la respuesta. “A Jesús, el Nazareno”. Yo soy, dejen marchar a los demás, respondió Jesús. Una vez preso y atado, lo llevaron ante los sumos sacerdotes Anás y Caifás. Los sacerdotes, después de interrogarlo y como no tenían autoridad para condenarlo a muerte, se lo entregaron a Pilatos, gobernador romano de Judea.
Todos sabemos que Pilatos no encontró delitos en las acciones de Jesús y deseaba liberarlo, pero los fariseos lo presionaron solicitándole la pena de muerte para el profeta. Para complacerlos, lo mandó a azotar en la noche del Jueves Santo y “los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura”. San Juan nos refiere que luego Pilatos lo sacó a la muchedumbre, llevando su manto color púrpura y su corona de espinas. “Crucifícalo, crucifícalo”, gritaron los soldados y sumos sacerdotes. Pilatos les contesto: “Llévenselo y crucifíquenlo ustedes, porque yo no encuentro culpa en él”. El final de la historia más contada en el mundo entero, es conocida de sobra.
La tradición iconográfica de la Edad Media asegura que Cristo fue crucificado con su corona de espinas, y que la Virgen María se la quitó cuando bajaron su cuerpo de la Cruz. Sin embargo, los Evangelios no mencionan que Cristo fue crucificado con su Cruz de Espinas puesta. A veces se discute si el relato de la cruel coronación fue un recurso literario que utilizaron los escritores de esa época, para dramatizar la burla que los soldados hicieron a Jesús. Sin embargo, no hay duda en la historicidad de la crucifixión.
La corona de espinas de Cristo está mencionada, además de en estos pasajes del evangelio de San Juan, en los evangelios de Marcos y Mateo. También es citada por los padres griegos de la iglesia cristiana como Clemente de Alejandría, y Orígenes de Alejandría. Hoy la corona forma parte de las reliquias atribuidas a Jesús, como el Santo Sudario, o la misma Cruz donde fue crucificado, los clavos que martirizaron a Jesús, es Santo Cáliz, y muchas otras. Hay personas que no creen en la autenticidad de ninguna de esas reliquias, y otras las perciben con mucha fe y devoción. Aunque ningún estudio científico ha podido certificar la fidelidad de la Corona de Espinas de Cristo, ella es objeto de dieciséis siglos de devoción.
Hay documentos de San Paulino de Nola, patrón de los campaneros, que indican que esa corona estaba en la basílica de Sion de Jerusalén por el año 409. Después fue mudada a Constantinopla, hoy Estambul, para evitar el pillaje de los persas que conquistaron a la Tierra Santa. Allí reposó la corona durante muchos siglos, hasta que el rey Luis IX de Francia, San Luis, la adquirió y se la llevó a París en el año 1238. Como el emperador bizantino estaba fuertemente endeudado, puso algunas reliquias en prenda para garantizar más préstamos que le hicieron banqueros venecianos. Luis IX, regresando de una de esas Cruzadas, pagó a los banqueros el monto adeudado y puso la reliquia a buen resguardo en París.
El rey hizo construir muy cerca de la iglesia de Notre Dame, en la isla de La Cité, una capilla preciosa llamada la “Sainte Chapelle”, especialmente diseñada para albergar a la preciosa reliquia. Los enormes vitrales de la Santa Capilla parisina valen la pena una visita. Luego vino la Revolución francesa, y las reliquias de la Corona de Espinas pasaron a la Biblioteca Nacional de Francia. Depositada después en los cuartos del Tesoro de Notre Dame, un monje la salvó de ser destruida por el pavoroso incendio que devoró a la catedral en el año 2019. Aunque hay otros santuarios que dicen tener la Corona de Espinas, como el Palacio Electoral de Múnich o la basílica de San Doménico en Boloña, y hasta la catedral de Pisa, no ha sido posible determinar cuál de ellas es una reliquia de “primera clase”, o “de contacto”.
Todos los viernes de cuaresma a las 3:00 pm, y el Viernes Santo a partir de las 10:00 am, se puede ver en la iglesia de Saint Germain l´Auxerrois, enfrente al museo del Louvre en París, la reliquia de la Corona de Espinas. También se exhibe los primeros viernes de cada mes. Así que la próxima vez que vaya a París no deje de conocer esta santa reliquia porque, si París bien vale una misa, también vale una visita a la Corona de Espinas de Cristo.
alvaromont@gmail.com
El Evangelio de San Juan describe cómo fueron los momentos finales de Jesús. El santo narra cómo las patrullas enviadas por los fariseos entraron al sitio donde se encontraba Jesús, que encontraron siguiendo las indicaciones del traicionero Judas. Al llegar, el Mesías les preguntó: ¿A quién buscan?, aún sabiendo la respuesta. “A Jesús, el Nazareno”. Yo soy, dejen marchar a los demás, respondió Jesús. Una vez preso y atado, lo llevaron ante los sumos sacerdotes Anás y Caifás. Los sacerdotes, después de interrogarlo y como no tenían autoridad para condenarlo a muerte, se lo entregaron a Pilatos, gobernador romano de Judea.
Todos sabemos que Pilatos no encontró delitos en las acciones de Jesús y deseaba liberarlo, pero los fariseos lo presionaron solicitándole la pena de muerte para el profeta. Para complacerlos, lo mandó a azotar en la noche del Jueves Santo y “los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura”. San Juan nos refiere que luego Pilatos lo sacó a la muchedumbre, llevando su manto color púrpura y su corona de espinas. “Crucifícalo, crucifícalo”, gritaron los soldados y sumos sacerdotes. Pilatos les contesto: “Llévenselo y crucifíquenlo ustedes, porque yo no encuentro culpa en él”. El final de la historia más contada en el mundo entero, es conocida de sobra.
La tradición iconográfica de la Edad Media asegura que Cristo fue crucificado con su corona de espinas, y que la Virgen María se la quitó cuando bajaron su cuerpo de la Cruz. Sin embargo, los Evangelios no mencionan que Cristo fue crucificado con su Cruz de Espinas puesta. A veces se discute si el relato de la cruel coronación fue un recurso literario que utilizaron los escritores de esa época, para dramatizar la burla que los soldados hicieron a Jesús. Sin embargo, no hay duda en la historicidad de la crucifixión.
La corona de espinas de Cristo está mencionada, además de en estos pasajes del evangelio de San Juan, en los evangelios de Marcos y Mateo. También es citada por los padres griegos de la iglesia cristiana como Clemente de Alejandría, y Orígenes de Alejandría. Hoy la corona forma parte de las reliquias atribuidas a Jesús, como el Santo Sudario, o la misma Cruz donde fue crucificado, los clavos que martirizaron a Jesús, es Santo Cáliz, y muchas otras. Hay personas que no creen en la autenticidad de ninguna de esas reliquias, y otras las perciben con mucha fe y devoción. Aunque ningún estudio científico ha podido certificar la fidelidad de la Corona de Espinas de Cristo, ella es objeto de dieciséis siglos de devoción.
Hay documentos de San Paulino de Nola, patrón de los campaneros, que indican que esa corona estaba en la basílica de Sion de Jerusalén por el año 409. Después fue mudada a Constantinopla, hoy Estambul, para evitar el pillaje de los persas que conquistaron a la Tierra Santa. Allí reposó la corona durante muchos siglos, hasta que el rey Luis IX de Francia, San Luis, la adquirió y se la llevó a París en el año 1238. Como el emperador bizantino estaba fuertemente endeudado, puso algunas reliquias en prenda para garantizar más préstamos que le hicieron banqueros venecianos. Luis IX, regresando de una de esas Cruzadas, pagó a los banqueros el monto adeudado y puso la reliquia a buen resguardo en París.
El rey hizo construir muy cerca de la iglesia de Notre Dame, en la isla de La Cité, una capilla preciosa llamada la “Sainte Chapelle”, especialmente diseñada para albergar a la preciosa reliquia. Los enormes vitrales de la Santa Capilla parisina valen la pena una visita. Luego vino la Revolución francesa, y las reliquias de la Corona de Espinas pasaron a la Biblioteca Nacional de Francia. Depositada después en los cuartos del Tesoro de Notre Dame, un monje la salvó de ser destruida por el pavoroso incendio que devoró a la catedral en el año 2019. Aunque hay otros santuarios que dicen tener la Corona de Espinas, como el Palacio Electoral de Múnich o la basílica de San Doménico en Boloña, y hasta la catedral de Pisa, no ha sido posible determinar cuál de ellas es una reliquia de “primera clase”, o “de contacto”.
Todos los viernes de cuaresma a las 3:00 pm, y el Viernes Santo a partir de las 10:00 am, se puede ver en la iglesia de Saint Germain l´Auxerrois, enfrente al museo del Louvre en París, la reliquia de la Corona de Espinas. También se exhibe los primeros viernes de cada mes. Así que la próxima vez que vaya a París no deje de conocer esta santa reliquia porque, si París bien vale una misa, también vale una visita a la Corona de Espinas de Cristo.
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