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Al maestro con cariño

Infundir el amor por la lectura es uno de los mayores bienes que se debe hacer a los niños

  • ALEJANDRO ANGULO FONTIVEROS

27/01/2022 05:00 am

Tal fue el título de una hermosa película en la década de los candelosos sesenta. Ese título vale mucho y hay que hacerlo valer.

Los maestros –¡¡y las maestras!!– se dedican a la primera enseñanza y, por lo tanto, a instruir niños, lo cual de suyo es una ocupación supremamente difícil, delicada y hasta peligrosa por obvias razones. Al unísono enseñan las primeras letras y elementales normas de vida, convivencia e instrucción escolar. Por todo eso se les debe mucha gratitud.

Al impartir la necesaria disciplina deben proceder con sumo tiento, puesto que la edad de la niñez conlleva los grandes riesgos de sufrir traumas por su tan tierna e impresionable psique. Ardua tarea ésta; la de ser equilibrados y hallar el ideal “in medio virtus” de los latinos, al imponer la indefectible observancia de las reglas –sin la cual es imposible coronar cualquier actividad humana y máxime en forma grupal– y cuidar la salud mental de los niños, librándolos de angustias.

Todos saben que para poner el imprescindible orden en las escuelas, es absolutamente necesaria la firmeza que, como es lógico, implica energía y constancia en las órdenes. La generalidad de los maestros concilia de modo admirable esta fuerza moral –conditio sine qua non de que pueden cumplir su áurea labor– con el respeto, que abomina de gritos y burlas, y el trato afectuoso que se ha de prodigar a los alumnos y muy en especial a los niños. Y de esta gran destreza, junto a la congrua seguridad emocional que les dan y su pedagogía, emana la gran dignidad de su tan noble ministerio.

Es muy de lamentar que, en ocasiones, los maestros sean víctimas de señalamientos infundados por supuestos maltratos a los niños y hasta de calumnias. Lo cual no significa que por excepción eso sea verdad a veces y un grave delito además. Los padres deben tener la elemental sensatez para entender que en ocasiones la corrección amerita algún regaño.

Es de suma importancia el enseñar a los niños el respeto –virtud socializadora por excelencia– y a no degradarse a la patanería ni al lenguaje soez. Y también hacerles ver que hay que darle valor al acto y no sólo al resultado pues se caería en un concepto materialista y en el utilitarismo: el “hombre máquina”, como decía Le Mettrie. Toda acción tiene un valor –o desvalor– de acto, con independencia del resultado. Aquí –para imitar a los estadounidenses en su exceso de pragmatismo– sólo se le da valor al resultado, a la utilidad o al provecho material inmediato…

Los maestros deben hacer el mayor esfuerzo en lograr una preparación óptima que los haga idóneos por completo. Es desolador el ver faltas de ortografía u oír errores idiomáticos en maestros de primaria, e incluso aun en profesores de bachillerato y hasta ¡¡en catedráticos universitarios!! Cuando quien suscribe era profesor en dos universidades –a lo cual renuncié– bajaba la nota en dos puntos a los alumnos cuyos exámenes escritos tuvieran una pésima ortografía, excepto cuando tal reducción causaría el reprobarlos.

Más deprimente aún es ver la gran cantidad de errores ortográficos en abogados –algunos profesores universitarios– quienes, como es harto sabido, son los profesionales a los que se les atribuye o supone la mayor cualificación en la palabra escrita u oral: al punto de que “letrado” es “sabio, docto e instruido” y también es “abogado”.

Es verdad que se acabó con el analfabetismo en Venezuela; pero también hay el analfabetismo funcional (incapacidad e incompetencia) y, en todo caso, “analfabeto” no sólo es quien no sabe leer ni escribir sino también es el “ignorante”… Lo que más denuncia, o al menos lo primero que denuncia la impreparación e incultura, es una deficiente expresión escrita u oral. Así que en nuestro país se debe hacer muchísimo énfasis en la mejor verbalización comunitaria. Uno de los planes principales del Estado cuanto a la educación, debe ser apoyar integralmente a los maestros.

El eminente médico y psicólogo español, Mira y López, con notable acierto, “Creía en la necesidad de inculcar una conciencia moral en el niño y la importancia profunda de la educación para la formación de una sociedad mejor”.

Simón Bolívar –quien no pronunció sino frases seculares– fulguró un siglo antes con aquella tan genial cuan elegante sentencia: “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, que compendió en un instante la perfecta e íntegra “ratio essendi” de la educación.

El más famoso colegio hebreo en Caracas –setenta y cinco años de historia– y uno de los mejores de la ciudad, el Moral y Luces Herzl - Bialik, se fundó en 1946 y cubrióse de gloria al aureolarse con esa célebre y sabia frase para integrar su ilustre nombre. Díjome el muy distinguido abogado Moisés Guidón, que Herzl y Bialik fueron los teóricos de la creación del Estado de Israel.

Del famoso intelectual judío Emil Ludwig sus obras alcanzaron en 1930 tiradas de millones de ejemplares traducidos a más de 27 lenguas: en su obra “Bolívar” estudió el ideal de justicia y la exitosa lucha del Libertador.

aaf.yorga@gmail.com
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