Misión Posible
Preguntarnos ¿quién soy? ¿Por qué vine? ¿Por qué aquí y en este tiempo? ¿Cuál es mi propósito? Y cuando no esté, al menos no de la misma manera a la que estamos acostumbrados a estar, ¿qué habré dejado en herencia?
Nuestros primeros acercamientos con la palabra misión estaban referidos a la asignación de una tarea por parte de alguien superior. Las misiones encomendadas en la televisión por ejemplo solían lucir irrealizables por cualquier mortal sin aparentes cualidades extraordinarias.
Ni hablar de la saga que ha significado el archiconocido título de “Misión Imposible”, en la que una tarea definitivamente imposible para cualquier espectador, se hace posible si llega las indicadas manos del protagonista.
Y justo así funciona. Cada quien tiene una combinación perfecta de atributos, talentos y destrezas, que le hacen ser quien es. Como las huellas dactilares, nadie más tiene en el mundo la misma combinación, de manera que, en efecto, como el lugar común reza, “todos somos únicos”.
Pero no es a ese espacio romántico al que quiero llegar, sino a uno que nos permita entender que cada cuál con su combinación ha de recibir una misión distinta, apropiada para las potencialidades de cada quien, adaptada a esas posibilidades que suelen ser imposibilidades para el resto de su entorno.
Pero no lo vemos con claridad… Al contrario, y con frecuencia, desgastamos nuestro andar en la búsqueda de la misión personal en las experiencias de otros, y poco nos detenemos a mirar hacia dentro.
Así, creemos encontrar nuestra misión cuando el aplauso lo valida, cuando el mundo dice que definitivamente esa es, cuando el reconocimiento ocupa cualquier vacío propio de quien se desconoce a sí mismo, usurpando el lugar de la satisfacción personal.
Ese es el trabajo pendiente. Mirar hacia dentro, conocer nuestra combinación perfecta de bendiciones que nos han sido otorgadas en su justa proporción, como a nadie más. Preguntarnos ¿quién soy? ¿Por qué vine? ¿Por qué aquí y en este tiempo? ¿Cuál es mi propósito? Y cuando no esté, al menos no de la misma manera a la que estamos acostumbrados a estar, ¿qué habré dejado en herencia?
Solo en ese momento estaremos preparados para que “alguien superior” nos convoque al “salón de la justicia”, y nos confíe una misión, que no nos será encomendada al azar, sino que está diseñada detallada y específicamente para el protagonista que somos. Tanto que allí fue guardada. Allí donde al encontrarla somos capaces de aplaudirnos a nosotros mismos.
argenisangulo@gmail.com
@argenisangulo
Ni hablar de la saga que ha significado el archiconocido título de “Misión Imposible”, en la que una tarea definitivamente imposible para cualquier espectador, se hace posible si llega las indicadas manos del protagonista.
Y justo así funciona. Cada quien tiene una combinación perfecta de atributos, talentos y destrezas, que le hacen ser quien es. Como las huellas dactilares, nadie más tiene en el mundo la misma combinación, de manera que, en efecto, como el lugar común reza, “todos somos únicos”.
Pero no es a ese espacio romántico al que quiero llegar, sino a uno que nos permita entender que cada cuál con su combinación ha de recibir una misión distinta, apropiada para las potencialidades de cada quien, adaptada a esas posibilidades que suelen ser imposibilidades para el resto de su entorno.
Pero no lo vemos con claridad… Al contrario, y con frecuencia, desgastamos nuestro andar en la búsqueda de la misión personal en las experiencias de otros, y poco nos detenemos a mirar hacia dentro.
Así, creemos encontrar nuestra misión cuando el aplauso lo valida, cuando el mundo dice que definitivamente esa es, cuando el reconocimiento ocupa cualquier vacío propio de quien se desconoce a sí mismo, usurpando el lugar de la satisfacción personal.
Ese es el trabajo pendiente. Mirar hacia dentro, conocer nuestra combinación perfecta de bendiciones que nos han sido otorgadas en su justa proporción, como a nadie más. Preguntarnos ¿quién soy? ¿Por qué vine? ¿Por qué aquí y en este tiempo? ¿Cuál es mi propósito? Y cuando no esté, al menos no de la misma manera a la que estamos acostumbrados a estar, ¿qué habré dejado en herencia?
Solo en ese momento estaremos preparados para que “alguien superior” nos convoque al “salón de la justicia”, y nos confíe una misión, que no nos será encomendada al azar, sino que está diseñada detallada y específicamente para el protagonista que somos. Tanto que allí fue guardada. Allí donde al encontrarla somos capaces de aplaudirnos a nosotros mismos.
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