Ente político ¿cuál? / ¿por qué?
La Constitución de una República ha sido la búsqueda política de nuestra nación.
Pedro Gual, en su Discurso en la Convención Nacional de Valencia, pronunciado en la sesión del 7 de julio de 1858, remarcó que el verdadero trabajo de esa convención era dedicarse “inmediatamente a constituir la República, esta Constitución es de absoluta necesidad, es del momento, no puede diferirse absolutamente”. Nótese que por “Constitución” se refería nuestro ilustre antepasado a la concepción republicana que nos regiría, pues en dos oportunidades dice que hacen solo falta “cuatro grandes leyes generales” para orientar la vida política del país. ¿Qué está diciendo Gual?
“República” es la traducción que hace Cicerón del término ‘politeia’, el ente griego propiamente político que se torna en la problemática clave para Platón. Entendiendo que su constitución no puede ser arbitraria, el Académico encuentra en la filosofía la solución ‘metodológica’: si es posible para la reflexión encontrar el punto verdadero que permita la concepción y devenir justo del ente político, entonces el pensamiento quedaría apropiadamente focalizado de manera esencial. Para ello, hay que comprender las ideas prevalecientes en el éthos (cultura pública), pues las concepciones características de las costumbres que no han sido cuestionadas críticamente para fundamentar las propuestas, impiden la constitución justa de la politeia. Por ello, la realizabilidad de la constitución política requiere de una fundación educativa: hacen falta gobernantes probos y ciudadanos comprometidos con el devenir socio-político fundamentado en la justicia.
Hobbes persuadió al Occidente que el ente político por excelencia era el Estado. Sin embargo, en Inglaterra surgió el Republicanismo inglés; concebido por John Milton, Marchamont Nedham, Tomas More, James Harrington, Algernon Sidney y Henry Neville según las siguientes ideas generales: 1) autogobierno y autonomía decisoria a lo interno de la nación, 2) federalismo, que pueda articular las necesidades regionales y el interés nacional, 3) virtud cívica y compromiso ciudadano, 4) virtud cívica y gobierno no despótico, 5) limitación a los intereses comerciales que introducen la corrupción al arreglo político.
Este republicanismo orientó la independencia del naciente Estados Unidos en 1776, así como las luchas independentistas en América Latina durante el primer tercio del siglo XIX. Por ello notamos en todos nuestros Padres fundadores y en los venezolanos reflexivos de entonces, como es el caso de Gual, la asunción de este conjunto de principios fundamentales. Obsérvese, por ejemplo, lo dicho por Ángel Quintero en su discurso ante el Congreso Nacional en sesión conjunta, el 21/03/1861 como designado de la República: “La corrupción de las costumbres fue en la antigüedad, como lo es en nuestro siglo, síntoma inequívoco de la decadencia y ruina de la República: Este es nuestro cáncer, esta es la grande úlcera de la República; apliquémosle nuestros dedos, no para irritarla más, sino para conocerla mejor”.
Al esfuerzo de constituir una república le fue agregado en el siglo XX el desarrollo de una democracia como sistema de gobierno. Esta ha sido la bandera de todas las organizaciones políticas desde entonces. La profunda reflexión de Gual es una alerta para la nación venezolana en el siglo XXI: el ejercicio democrático requiere de la constitución y preservación activas de una república federal. Es el consenso acerca de cómo institucionalizar una república democrática la gran inquietud aún por satisfacer.
@juliaalcibiades juliaalcibiades@gmail.com
“República” es la traducción que hace Cicerón del término ‘politeia’, el ente griego propiamente político que se torna en la problemática clave para Platón. Entendiendo que su constitución no puede ser arbitraria, el Académico encuentra en la filosofía la solución ‘metodológica’: si es posible para la reflexión encontrar el punto verdadero que permita la concepción y devenir justo del ente político, entonces el pensamiento quedaría apropiadamente focalizado de manera esencial. Para ello, hay que comprender las ideas prevalecientes en el éthos (cultura pública), pues las concepciones características de las costumbres que no han sido cuestionadas críticamente para fundamentar las propuestas, impiden la constitución justa de la politeia. Por ello, la realizabilidad de la constitución política requiere de una fundación educativa: hacen falta gobernantes probos y ciudadanos comprometidos con el devenir socio-político fundamentado en la justicia.
Hobbes persuadió al Occidente que el ente político por excelencia era el Estado. Sin embargo, en Inglaterra surgió el Republicanismo inglés; concebido por John Milton, Marchamont Nedham, Tomas More, James Harrington, Algernon Sidney y Henry Neville según las siguientes ideas generales: 1) autogobierno y autonomía decisoria a lo interno de la nación, 2) federalismo, que pueda articular las necesidades regionales y el interés nacional, 3) virtud cívica y compromiso ciudadano, 4) virtud cívica y gobierno no despótico, 5) limitación a los intereses comerciales que introducen la corrupción al arreglo político.
Este republicanismo orientó la independencia del naciente Estados Unidos en 1776, así como las luchas independentistas en América Latina durante el primer tercio del siglo XIX. Por ello notamos en todos nuestros Padres fundadores y en los venezolanos reflexivos de entonces, como es el caso de Gual, la asunción de este conjunto de principios fundamentales. Obsérvese, por ejemplo, lo dicho por Ángel Quintero en su discurso ante el Congreso Nacional en sesión conjunta, el 21/03/1861 como designado de la República: “La corrupción de las costumbres fue en la antigüedad, como lo es en nuestro siglo, síntoma inequívoco de la decadencia y ruina de la República: Este es nuestro cáncer, esta es la grande úlcera de la República; apliquémosle nuestros dedos, no para irritarla más, sino para conocerla mejor”.
Al esfuerzo de constituir una república le fue agregado en el siglo XX el desarrollo de una democracia como sistema de gobierno. Esta ha sido la bandera de todas las organizaciones políticas desde entonces. La profunda reflexión de Gual es una alerta para la nación venezolana en el siglo XXI: el ejercicio democrático requiere de la constitución y preservación activas de una república federal. Es el consenso acerca de cómo institucionalizar una república democrática la gran inquietud aún por satisfacer.
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