Valor y voluntad
Aunque tampoco se puede negar que hay una distorsión peligrosa en las conductas sociales, debemos entender que este espiral aún no ha generado la suficiente fuerza centrípeta como para no ser revertido
Entendemos el valor como el conjunto de cualidades de algo o alguien que le distingue por esas características. De igual manera utilizamos este término para significar la validez de un objeto o cosa sobre otras que les son similares.
No menos importante es cuando relacionamos el valor con la valentía, cuando a una persona se le confiere ciertos rasgos de arrojo para emprender alguna tarea o acción.
Bajo todas las anteriores acepciones podemos clasificar a quienes orgullosamente nacimos en esta tierra. El valor como característica o como valentía es un rasgo predominante en la conducta de los venezolanos. Nos distingue.
Más allá de las actuales circunstancias y de la perdida de valores –estos como principios y virtudes- que resaltan en algunos, no podemos asumir que sean conductas generalizadas aunque son repetitivas en muchos espacios de la vida diaria. Pero lo que no es un rasgo característico puede ser corregido como conducta y alcanzar los estándares propios de comportamiento.
Aunque tampoco se puede negar que hay una distorsión peligrosa en las conductas sociales, debemos entender que este espiral aún no ha generado la suficiente fuerza centrípeta como para no ser revertido.
Claro que las redes y la mediática no ayudan en tanto visibilizan las conductas inapropiadas y las exponen dentro de la normalidad hasta llegar a magnificarlas, lo que hace suponer a los incautos, débiles y alienados que son acciones normales y hasta gratificantes en muchos casos.
Nuestro problema más delicado ahora es sin dudas el social. Nos invadió una avasallante cantidad de información que desinforma, tuerce y no permite reconocer las habilidades propias, que son cambiadas por comodidad y aceptación por un conjunto de nuevos valores, esquemas de vida y patrones de conducta que ni se nos parecen ni nos interpretan.
Allí debe entrar en juego la voluntad para hacer bien las cosas y recuperar los espacios perdidos, retomar el cauce y comenzar a retransitar por un camino que aún es recuperable.
Si hay una característica que nos distingue es la capacidad de lucha cuando se requiere. La perseverancia es una marca distintiva a bajo relieve, pero está presente.
Debemos retomar lo bueno que nos han robado y hemos desechado por estar a la moda, reencontrarnos con lo que nos hace gente de bien y que ha sido invisibilizado para negarnos la esencia de lo que somos, eso por lo que dejamos huellas.
Debo mencionar como ejemplo, por orgullo y por justicia, el excelente desempeño de nuestros deportistas en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. De los 46 atletas que viajaron en la primera comitiva fueron reconocidos diez de ellos. Una medalla de oro, tres de plata y seis diplomas olímpicos. Estos jóvenes compitieron con los diez mil mejores atletas del planeta y ya estar entre esos excelsos competidores es un triunfo en sí mismo.
La delegación que viajó a los Paralímpicos de Tokio era más pequeña, solo 26 atletas clasificaron para la justa planetaria. De ese grupo de atletas llegaron al país la mejor cosecha en este tipo de competencias: 3 medallas de oro, 2 de plata, 2 de bronce y 15 diplomas olímpicos. Eso no es poca cosa.
El arrojo criollo se impone mientras más adverso es el momento y el compromiso. Nadar a contracorriente parece ser un elemento que viene con el tetero en Venezuela. Solo falta juzgar desde cada cual para que usar toda esa voluntad que subyace en nosotros.
Es una decisión personal que impacta en lo colectivo. Pero lo colectivo permea lo individual y allí esta lo delicado de esta retroalimentación. Es momento de ser sinceros, estar claro de lo que deseamos en realidad y que esperamos dejar como país y como sociedad.
Aunque es un requerimiento colectivo esta lucha comienza en lo individual, en lo íntimo de la familia y en lo que proyectamos como ejemplo a los demás, sobre todo a los más pequeños.
Nuestros atletas nos han demostrado que vale la pena luchar. Respondamos con la voluntad y el valor con el que nos representaron.
Aprende, crea y emprende.
Leonardo Zurita
Comunicador Social UCV
Facebook, Instagram y Twitter: leozuritave
leozurita.ve@gmail.com
No menos importante es cuando relacionamos el valor con la valentía, cuando a una persona se le confiere ciertos rasgos de arrojo para emprender alguna tarea o acción.
Bajo todas las anteriores acepciones podemos clasificar a quienes orgullosamente nacimos en esta tierra. El valor como característica o como valentía es un rasgo predominante en la conducta de los venezolanos. Nos distingue.
Más allá de las actuales circunstancias y de la perdida de valores –estos como principios y virtudes- que resaltan en algunos, no podemos asumir que sean conductas generalizadas aunque son repetitivas en muchos espacios de la vida diaria. Pero lo que no es un rasgo característico puede ser corregido como conducta y alcanzar los estándares propios de comportamiento.
Aunque tampoco se puede negar que hay una distorsión peligrosa en las conductas sociales, debemos entender que este espiral aún no ha generado la suficiente fuerza centrípeta como para no ser revertido.
Claro que las redes y la mediática no ayudan en tanto visibilizan las conductas inapropiadas y las exponen dentro de la normalidad hasta llegar a magnificarlas, lo que hace suponer a los incautos, débiles y alienados que son acciones normales y hasta gratificantes en muchos casos.
Nuestro problema más delicado ahora es sin dudas el social. Nos invadió una avasallante cantidad de información que desinforma, tuerce y no permite reconocer las habilidades propias, que son cambiadas por comodidad y aceptación por un conjunto de nuevos valores, esquemas de vida y patrones de conducta que ni se nos parecen ni nos interpretan.
Allí debe entrar en juego la voluntad para hacer bien las cosas y recuperar los espacios perdidos, retomar el cauce y comenzar a retransitar por un camino que aún es recuperable.
Si hay una característica que nos distingue es la capacidad de lucha cuando se requiere. La perseverancia es una marca distintiva a bajo relieve, pero está presente.
Debemos retomar lo bueno que nos han robado y hemos desechado por estar a la moda, reencontrarnos con lo que nos hace gente de bien y que ha sido invisibilizado para negarnos la esencia de lo que somos, eso por lo que dejamos huellas.
Debo mencionar como ejemplo, por orgullo y por justicia, el excelente desempeño de nuestros deportistas en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. De los 46 atletas que viajaron en la primera comitiva fueron reconocidos diez de ellos. Una medalla de oro, tres de plata y seis diplomas olímpicos. Estos jóvenes compitieron con los diez mil mejores atletas del planeta y ya estar entre esos excelsos competidores es un triunfo en sí mismo.
La delegación que viajó a los Paralímpicos de Tokio era más pequeña, solo 26 atletas clasificaron para la justa planetaria. De ese grupo de atletas llegaron al país la mejor cosecha en este tipo de competencias: 3 medallas de oro, 2 de plata, 2 de bronce y 15 diplomas olímpicos. Eso no es poca cosa.
El arrojo criollo se impone mientras más adverso es el momento y el compromiso. Nadar a contracorriente parece ser un elemento que viene con el tetero en Venezuela. Solo falta juzgar desde cada cual para que usar toda esa voluntad que subyace en nosotros.
Es una decisión personal que impacta en lo colectivo. Pero lo colectivo permea lo individual y allí esta lo delicado de esta retroalimentación. Es momento de ser sinceros, estar claro de lo que deseamos en realidad y que esperamos dejar como país y como sociedad.
Aunque es un requerimiento colectivo esta lucha comienza en lo individual, en lo íntimo de la familia y en lo que proyectamos como ejemplo a los demás, sobre todo a los más pequeños.
Nuestros atletas nos han demostrado que vale la pena luchar. Respondamos con la voluntad y el valor con el que nos representaron.
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