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Confianza

El grueso del país sigue sumergido en una "macrocrisis" de bajos salarios, de desnutrición infantil, de servicios públicos colapsados, y un largo -muy largo- etcétera de las secuelas de las erráticas políticas económicas

  • GRISELDA REYES

08/03/2023 05:00 am

El gobierno venezolano sigue dando tumbos y, en sus desaciertos, arrastra al país hacia el cada vez más profundo abismo.
A pesar de todo el esfuerzo propagandístico para venderlo como un país que se "arregló", la verdad es que no se ha frenado la estrepitosa caída.
Es una nación que viene de perder -entre 2013 y 2021- cerca de 75% de su PIB, y el que en el último año éste se haya reducido cerca de 7%, ha podido dar algo de oxígeno para sus ciudadanos, pero no es la República "premium" que desde el poder pretenden posicionar.

Más allá del afán de quienes ejercen el poder por endosarse a sí mismo un premio Nobel de Economía, atribuyéndose "milagros" económicos, la realidad sigue siendo dramática. El grueso del país sigue sumergido en una "macrocrisis" de bajos salarios, de desnutrición infantil, de servicios públicos colapsados, y un largo -muy largo- etcétera de las secuelas de las erráticas políticas económicas asumidas durante 23 años de la mal llamada revolución del Siglo XXI.

¿Y ustedes se preguntarán para qué les repito todo lo que ya sabemos? Para dejar por sentado que es profundamente complicado -en medio del contexto mundial que hoy vivimos: Con una pandemia que no terminamos de superar, y guerras y tensiones nucleares- salir solos de la tragedia que nos agobia.

Esto pasa necesariamente por apropiarnos de aliados serios y no por seguir buscando ayuda de aliados ideológicos que en muy poco pueden sumar al avance macroeconómico nacional. Soy empresaria, y sé lo duro que significa levantar a diario una santa maría, pero -aún más- sé que el solo abrir negocios no supone el arreglo financiero del país.

Ya los expertos en la materia empiezan a señalar que las burbujas empiezan a desinflarse. Un ejemplo de ello es lo dicho por Consecomercio sobre la apertura de restaurantes: Por cada local que abre en Caracas, cierra media docena en el interior del país. Insisto, lo que hemos registrado en los últimos años son pequeñas movidas comerciales, no grandes inversiones de capital que supongan realmente el resurgir del país.

Venezuela, y este es un tema que hemos seguido muy de cerca, necesita grandes inversiones de capitales. Los servicios públicos -por ejemplo- no se van a restablecer con créditos asignados por el propio Estado que solo suponen fundir las máquinas del Banco Central de Venezuela (BCV) imprimiendo más dinero orgánico. Nos arreglan el alumbrado público y nos disparan la inflación, peor el remedio que la enfermedad.

Para todo esto, urge capital extranjero y esto necesariamente pasa por un tema clave: CONFIANZA. Ningún inversionista, de ningún país del mundo, puede pensar en traer un solo centavo de dólar a un país donde avanzamos un paso y retrocedemos 10 en materia de confianza al sector privado.

El más claro ejemplo de esto, más allá de todo los controles del Estado contralor, es el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras. Ese as bajo la manga que se inventaron para sacar más fondos de cualquier operación que se trance en el país a propósito de la estabilización formal del dólar como moneda de facto.

Los países del mundo pueden sumar en niveles importantes a la reactivación del país quebrado que hoy tenemos, la comunidad internacional a través de sus multilaterales puede hacer importantes aportes más allá de la ayuda humanitaria. Si desde los diversos niveles del Estado se brinda la confianza necesaria, se avanzaría en la reconstrucción y esto se traduciría en calidad de vida para nuestra gente.

Nosotros no estamos ni hemos estado de acuerdo nunca con las sanciones internacionales, pues sabemos que en una enorme medida han complicado la ya precaria situación económica y en poco han sumado al cambio de Gobierno. Por el contrario, martirizándolos los han atornillado aún más en el poder.

La flexibilización de estas, y no me refiero a las medidas personales contra quienes pesan indicios de corrupción, podría ser un buen inicio para atraer esas inversiones que hoy tanto requiere nuestra Venezuela. Con frecuencia sabemos de capitales que no terminan de concretarse por el sobrecumplimiento de estas medidas internacionales. Bancos que prefieren no recibir fondos para evitar retaliaciones, empresas que están atadas de mano.

Ya es un secreto a voces que las sanciones, en todos los países que la sufren, generan mercados paralelos que en muy poco suman a la necesaria confianza que cualquier inversionista requiere para hacer negocio.

Si de verdad quieren apoyar a la conciliación y a la reactivación del aparato productivo del país, la asfixia económica no es la única mejor manera de hacerlo. Es respeto a la soberanía. No, no me estoy cuadrando con el oficialismo, estoy planteando lo que necesitan nuestras madres que ven a sus hijos acostarse sin comer, lo que requieren maestros y profesores universitarios para ganar sueldos dignos, lo que urge en nuestros hospitales.

Venezuela no puede seguir entrampada entre ideologías arcaicas y políticas estériles. Es evidente que necesitamos un cambio del modelo económico y que esto pasa por una alternabilidad de poder, pero mientras esto pasa el país debe brindar la confianza para que vuelvan los capitales privados y esto es responsabilidad tanto de quienes están en el poder como de quienes han asumido políticas económicas sobre Venezuela.

@griseldareyesq
www.griseldareyes.com
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